5/30/2010
LA CIUDAD DE LA DESESPERANZA
En esta serie de comentarios verificamos algunos intitulándolos “La Ciudad de la Esperanza”, lema adoptado por las autoridades del Distrito Federal para esta hoy sufrida y mutilada ciudad, edificada sobre las ruinas de la Gran Tenochtitlan a partir del 21 de agosto de 1521 en que fue totalmente destruida por nuestros inefables conquistadores y evangelizadores.
Para justificar el presente título, recordemos que su traza original fue encargada a Alonso García Bravo, quien se inspiró en las grandes avenidas prehispánicas y los canales que conformaban la urbe. Sus ejes eran la hoy calzada México-Tacuba de oriente a poniente y la de México-Tlalpan de Sur a Norte. La lógica de aquél proyecto permitía la circulación libre de los vientos dominantes y la recepción de los rayos solares por los hogares de los habitantes de manera que se conservara, hasta donde es posible, la temperatura apropiada. Esa ciudad original construida entre 1521 y 1596, en que lluvias torrenciales que se prolongaron hasta casi medio siglo XVII, la inundaron y destruyeron. La ulterior reconstrucción desgraciadamente ya no fue igual. Fuera de la traza original, nada se ha respetado desde entonces.
Hoy, sí, hoy, está convertida en la ciudad del desastre. En aras del enriquecimiento fácil para autoridades y fraccionadores no queda ya casi ningún jardín interior de los que servían para oxigenar el ambiente y embellecer las casas que se hubieron construido por siglos y hasta 1940, cuando comenzó la debacle. Sólo en la Colonia Condesa de la Delegación Cuauhtémoc, en los últimos seis años se han destruido casas y más casas para dar lugar a CUATROCIENTOS EDIFICIOS EN CONDOMINIO. Indiscriminadamente se derriba todo lo que existe sin siquiera respetar la inútil, o mejor dicho dúctil Ley Sobre Monumentos Arqueológicos, Históricos y Artísticos. En otras latitudes, por igual las autoridades, TODAS, no sólo permitieron la destrucción de la Fábrica de Papel de Coyoacán, incluidas las seis plataformas tecpanecas y dos basamentos teotihuacanos que allí existían, sino que también toleraron colocar sobre el sifón hidráulico mas antiguo del continente americano, un edificio de 15 pisos. Transitar por cualquiera de las calles, en especial del Centro Histórico, resulta trágico y doloroso. Destrucción por dondequiera para construir edificios en “condominio” es el manifiesto afán de unos y otros. Más impuesto predial es más ingreso al fisco, pero … la antigua Ciudad de los Palacios día con día va quedando sólo en el recuerdo de unos cuantos.
Las autoridades del Distrito Federal, paradójicamente, pretenden erradicar el uso de los automóviles y fomentar el uso de la bicicleta con el genial propósito de que sus habitantes, de cualquier edad, se trasladen de sus hogares a sus centros de trabajo pedaleando más de cincuenta o sesenta kilómetros diarios y, al mismo tiempo, tratan de construir grandes vías de circulación de mínima utilidad pero de altísimo costo (incluido, desde luego, el veinte por “Adela”), y aún se empeñan en lograrlo a costa de terrenos ajenos que expropian y cuyas indemnizaciones nunca pagan, contando con el apoyo irrestricto de las autoridades judiciales, las que bloquean las reclamaciones de los incautos ciudadanos que lo intentan (¿será que el costo de las obras alcanza para dádivas convencedoras?). Como dice el viejo refrán: “cuando la perra es brava, hasta a los de casa muerde”, y para dar cabida a tan urgentes vías de comunicación que no van de ninguna parte a ninguna parte, ahora se “expropian” los pocos centros de producción agrícola que quedan en el Distrito Federal que, si bien no son propiedad de los ejidos y comunidades, sino de la Nación, de acuerdo con la forma que señalan los artículos 2 y 27 constitucionales, “bussines are bussines”, se convierte a esas propiedades comunitarias en públicas, sólo que en estos casos no se sujetan a la misma Constitución y a la Ley de Expropiación, en cuanto a que ambos ordenamientos precisan que toda propiedad privada que se expropie será efectiva cuando se pague una indemnización INMEDIATA. En los últimos días, los diarios de la Ciudad se han ocupado de juicios en que se ha condenado a las autoridades a pagar indemnizaciones … respecto de actos autoritarios que datan de hace quince años, y NADA que se pagan.
El añorado escritor Jorge Ibargüengoitia, después de haber hecho un vuelo en helicóptero sobre su amada Villa de Coyoacán y sus cinco barrios declarados inmodificables por Porfirio Díaz en Decreto del año de 1909 (San Lucas, San Francisco, La Purísima Concepción de Nuestra Madre Sacratísima la Virgen María (irreverentemente conocido como “La Conchita”, a secas) San Juan Bautista y Santa Catarina), escribió un bello artículo publicado en el Diario Excelsior en el que llamaba a esa área “La Villa de los Jardines escondidos”, en ese entonces con toda razón. Pero es el caso que aquellas viejas casonas coloniales que vio Don Jorge, hoy están en vías de extinción a causa del progreso, cuando que ocupaban tan sólo un veinte por ciento de la superficie y el resto eran hermoso jardines arbolados. La transformación a partir de la llegada a la Jefatura de la Delegación del señor Sánchez Duarte ha sido total, por lo que hoy podría escribir Ibargüengoitia un artículo sobre la “Villa de los condominios escondidos y los edificios departamentales”.
¿Cómo podremos evitar tanta destrucción de nuestro pasado glorioso?
Creo que la receta nos la dejó escrita el Segundo Conde de Revillagigedo, Virrey de la Nueva España, cuando en su Juicio de Residencia señaló tajante: “¡La Corrupción sólo existe donde la Justicia la permite!”… y esa historia también será contada otro día.
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1 comentario:
Flaco, como sabes, yo crecí en Coyoacán, mi adolescencia y juventud la pasé por los barrios que tú mencionas y me da una tristeza enorme ver como el Coyoacán de ese tiempo se ha perdido. Tlalpan todavía conserva un poquito de ese gusto a pueblo, pelo la delegación perredista que estimula el ambulantaje en la plaza principal está empezando a hacer de las suyas, qué triste.
Donde sí he visto que respetan los edificios antiguos, por lo menos las fachadas, es en la Roma, aunque atrás de esas fachadas como bien dices ahora hay un montón de departamentitos.
un abrazo, Flaco.
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