11/16/2011

ACCIDENTES RAROS

Joaquín Ortega Arenas

Allá, en el ya lejano año de 2005, un helicóptero en el que viajaba el Secretario de Seguridad Pública del Gobierno Federal, se estrelló, literalmente, contra un cerro. Los datos técnicos del helicóptero señalaban que era imposible que se estrellara de frente contra algún objeto, porque tenía al último grito de la moda, un altímetro que detectaba la cercanía de cualquier objeto y elevaba automáticamente al aparato. Muy, pero muy moderno y eficaz, pero no funcionó y el alto empleado que viajaba en él, quedó como el aparato, hecho pedazos: “se investigarán las causas del accidente hasta sus últimas consecuencia, caiga quien caiga”… ¡Puro cuento! ... ni se investigaron ni cayó nadie. Si la promesa hubiera sido cierta, estarían en la cárcel los encargados de la vigilancia y verificación del aparato, que no detectaron que el eficacísimo altímetro automático… no funcionaba. El tiempo dejó caer su capa de polvo sobre el accidente y ya ni quién se acuerde de la desgracia en la que murió el Secretario de Seguridad Pública del Gobierno Federal.

Hace poco más o menos tres años que el Secretario de Gobernación del Gobierno Federal falleció igualmente, en un accidente de aviación. Venía de San Luis Potosí el jet y se vino a tierra literalmente “a plomo” sobre una calle aledaña a la Fuente de Petróleos Mexicanos en el Paseo de la Reforma. Milagrosamente, lo que en esos momentos quedaba del aparato, en su caída entró, como con calzador en una calle de diez metros de ancho, sin tocar las paredes de edificios de diez pisos ubicados en esa calle. Otra vez, “Se investigarán las causas del accidente hasta sus últimas consecuencias, caiga quien caiga”. No se necesita ser un técnico en aviación para darse cuenta de que un avión sólo cae “en picada” si se le ha caído la cola, salvo el caso de los aviones “Stuka” alemanes, que estaban expresamente diseñados para bajadas en esa forma. Otra vez, “el tiempo dejó caer su capa de polvo sobre el accidente” y ya ni quién se acuerde de que murió el Secretario de Gobernación del Gobierno Federal.

El día once del presente mes, se estrelló en un paraje cercano a la población mexiquense de Chalco, un helicóptero de la Presidencia de la República que conducía al Secretario de Gobernación y algunos otros acompañantes. La Secretaría de Comunicaciones y Transportes por voz de su titular sólo ha dicho cosas totalmente sin sentido: el alto (sí, con minúscula) funcionario ignora totalmente los hechos y habla y habla. Para empezar, ha omitido señalar que el helicóptero siniestrado, que no tenía “caja negra” que registrara todos sus datos y condiciones, que no era de la clase llamada “Puma”, que había pertenecido a una casa de juego de Las Vegas que lo utilizaba para llevar turistas a recorrer el Cañón del Colorado; que cuando fue adquirido por el Gobierno en el año de 1987, ya tenía SIETE MIL QUINIENTAS HORAS DE VUELO; y, lo peor, ha mentido al afirmar que estaba continuamente bajo vigilancia señalando que la última revisión se le había hecho el día 6 de noviembre de 2011. Ha salido a la luz, relatado por los propios actores en el caso, que el día anterior al accidente hizo un viaje a la ciudad de Colima y que como venía fallando se le hizo una rápida verificación.

Independientemente de esa cadena de mentiras, se ha dado a conocer el Plan de vuelo del día del accidente: del hangar presidencial, al Campo Marte, en donde sería abordado por sus pasajeros y de ese lugar a la ciudad de Toluca en línea recta, sobrevolando la serranía de Las Cruces. Se comenta que el piloto, sin aviso alguno cambió el plan de vuelo y pretendió llegar a la ciudad de Toluca librando la Sierra de la Cruces por el Valle de Chalco, camino más largo pero que permitía eludir el ascenso sobre Las Cruces; sin embargo, tampoco pudo sobrevolar la pequeña sierra de Tlalmanalco.

Los vecinos del paraje en el que se registró el accidente señalaron que habían oído el ruido de los motores del aparato fallando y de repente un estallido. Insisto, no se necesita ser un técnico en aviación para suponer que al aparato le faltó fuerza para seguir la ruta trazada; el piloto, seguramente para no fallar en su cometido tomó la del Valle de Chalco, y los motores empezaron a fallar. El estallido que oyeron los testigos, bien pudo provenir de que la fatiga de los metales, la que Wikipedia define como:

En ingeniería y, en especial, en ciencia de materiales, la fatiga de materiales se refiere a un fenómeno por el esfuerzo. Aunque es un fenómeno que, sin definición formal, era reconocido desde la antigüedad, este comportamiento no fue de interés real hasta la Revolución Industrial, cuando, a mediados del siglo XIX comenzaron a producirse las fuerzas necesarias para provocar la rotura con cargas dinámicas.

Un aparato con veintinueve años de uso, siete mil quinientas horas del vuelo, mal atendido, bien pudo sufrir de la fatiga de los metales, no sólo en sus motores, sino en todo su fuselaje y tren de aterrizaje, por ruedas, y desgraciadamente al tratar de tomar tierra el piloto, le resultó imposible y se estrelló de frente en una irregularidad del terreno. Los tripulantes y pasajeros deben haber sufrido la angustia de saber que iban a morir durante un lapso de más de diez minutos, pero ya vendrá el tiempo con su polvo de olvido a sanar la terrible herida que casos como éste, debido a la corrupción de propios y extraños, nos ha causado.

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