Joaquín Ortega
Arenas.
Para Joaquín Ortega Guzmán, padre ejemplar y
Funcionario Judicial ejemplar, en el septuagésimo primer aniversario de su fallecimiento.
En el ya lejano año d
1945, llegó a México, expulsado de Argentina por Juan Domingo Perón, un
eminentísimo maestro de la Universidad
de Buenos Aires, Isaac Livenson Torra. Se acomodó con su familia,
como pudo, en un pequeño departamento en el cuarto piso de un edificio ubicado en las calles de Guerrero. Su prestigio internacional, pronto le
proporcionó encomiendas y estudios por parte de la cúpula empresarial de
México.
Sus inquietudes políticas
y económicas, interminables, lo llevaron
a la fundación del INSTITUTO DE ORIENTACIÓN ECONÓMICA, para cuyo funcionamiento
reclutó los más distinguidos egresados de la recientemente fundada Escuela
Nacional de Economía de la UNAM., entre
los que se encontraba, y lo relato con orgullo, mi hermano mayor, Juan Ortega Arenas, que me llevó a su lado, no como investigador,
desde luego, sino para las tareas de menor importancia.
El Instituto realizó un
análisis del “PROBLEMA AGRARIO DE
MÉXICO”, que se publicó con financiamiento del Sindicato Ferrocarrilero y mereció una medalla de oro y cincuenta mil pesos, del H. Congreso de la
Unión. Continuó con “EL PROBLEMA FINANCIERO”. con el mismo éxito y premios del mismo H. Congreso de la Unión. Como
tercero estudio, se eligió “EL PETRÓLEO DE MÉXICO EN EL MUNDO” y, se imprimieron cinco mil ejemplares con el mismo financiamiento del Sindicato
Ferrocarrilero, sólo que este estudio, en el que con orgullo relato se me dio mayor intervención, llegó a manos
de la Presidencia de la República antes
de salir a la luz pública. La noche del treinta de abril de 1950, la policía
allanó el edificio del Sindicato Ferrocarrilero, ubicado en las calle de
Puente de Alvarado, y confiscó, completa, la edición. A la misma hora, Agentes del Servicio Secreto nos detuvieron a
mi hermano mayor Juan y al autor de este relato, a las puertas de su casa y… nos confinaron
durante veintinueve días en las mazmorras
de la Jefatura de Policía en la esquina de las calles de Revillagigedo y
Victoria. Nadie sabía en donde estábamos, y solo por los
silbidos de arriero que dominaban muy bien mis hermanos, nos localizaron y ocurrieron en demanda de ayuda al Procurador General de
Justicia del Distrito Federal, viejo
amigo de nuestro padre y maestro, tanto de mi hermano Juan como del suscrito. Don
Carlos Franco Sodi y… el señor Procurador fue en persona a rescatarnos. Poco
tiempo después, deportaron al Maestro Livenson… a Argentina.
No era posible. Como
después de que el Gobierno de México, por
conducto del Congreso de la Unión otorgara dos premios nacionales, se nos detuviera, y se confiscara la edición
del tercer estudio y, además se
deportara al autor de esos estudios laureados en grave violación de las
garantías individuales.
El recuerdo de ese
episodio de nuestra vida nos ha hecho
buscar las causas de situaciones tan
injustas e ilícitas que nos tocó vivir, y por fin, la hemos encontrado en una entrevista que con el diario “O GLOBO”, desde luego, brasileño, tuvo hace
unos días, Marcos Camacho, más conocido por el sobrenombre de Marcola, el máximo dirigente de una organización
criminal de Sao Paulo (Brasil) denominada Primer Comando de la Capital (PCC),
en la que el “delincuente” nos ha dado a todos los habitantes de
Latinoamérica, una verdadera
lección y que trascribo solo la parte
final , por su importancia.
“….Marcola: Mangos.
Nosotros ahora tenemos. ¿Usted cree que quien tiene 40 millones de dólares como
Beira Mar no manda? Con 40 millones de dólares la prisión es un hotel, un
escritorio… Cuál es la policía que va a quemar esa mina de oro, ¿entiende?
Nosotros somos una empresa moderna, rica. Si el funcionario vacila, es
despedido y “colocado en el microondas”.
Ustedes son el estado quebrado,
dominado por incompetentes.
Nosotros tenemos métodos ágiles
de gestión. Ustedes son lentos, burocráticos. Nosotros luchamos en terreno
propio. Ustedes, en tierra extraña. Nosotros no tememos a la muerte. Ustedes
mueren de miedo. Nosotros estamos bien armados. Ustedes tienen calibre 38.
Nosotros estamos en el ataque. Ustedes en la defensa. Ustedes tienen la manía
del humanismo. Nosotros somos crueles, sin piedad. Ustedes nos transformaron en
“super stars” del crimen. Nosotros los tenemos de payasos. Nosotros somos
ayudados por la población de las villas miseria, por miedo o por amor. Ustedes
son odiados. Ustedes son regionales, provincianos. Nuestras armas y productos
vienen de afuera, somos “globales”. Nosotros no nos olvidamos de ustedes, son
nuestros “clientes”. Ustedes nos olvidan cuando pasa el susto de la violencia
que provocamos.
(¡MENUDO COMENTARIO WOW!)
O
Globo: ¿Pero, qué debemos hacer?
Marcola: Les voy a dar una idea, aunque sea en
contra de mí. ¡Agarren a “los barones del polvo” (cocaína)! Hay diputados,
senadores, empresarios, hay ex presidentes en el medio de la cocaína y de las
armas. ¿Pero, quién va a hacer eso? ¿El ejército? ¿Con qué plata?
No tienen dinero ni para comida
de los reclutas Estoy leyendo “Sobre la guerra”, de Klausewitz. No hay
perspectiva de éxito. Nosotros somos hormigas devoradoras, escondidas en los
rincones. Tenemos hasta misiles anti-tanque. Si embroman, van a salir unos
Stinger. Para acabar con nosotros… solamente con una bomba atómica en las
villas miseria. ¿Ya pensó? ¿Ipanema radiactiva?
O Globo: Pero… ¿No habrá una solución?
Marcola: Ustedes sólo pueden
llegar a algún suceso si desisten de defender la “normalidad”. No hay más
normalidad alguna. Ustedes precisan hacer una autocrítica de su propia
incompetencia. Pero a ser franco, en serio, en la moral. Estamos todos en el
centro de lo insoluble. Sólo que nosotros vivimos de él y ustedes no tienen
salida. Sólo la mierda. Y nosotros ya trabajamos dentro de ella. Entiéndame,
hermano, no hay solución. ¿Saben por qué? Porque ustedes no entienden ni la
extensión del problema. Como escribió el divino Dante:
“Pierdan todas las esperanzas. Estamos
todos en el infierno”.
¡Qué opinas, querido lector? Tienen la razón los gobiernos de Latinoamérica,
como el nuestro, o la tiene el
delincuente.
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