Joaquín Ortega Arenas.
- I -
Desde la llegada al “nuevo
Mundo” de nuestros conquistadores, no
hay problema más grave en este sufrido país, que el de la carencia absoluta de
la educación. Los conquistadores, sin tener una cultura definida, derivada de
que las continúas ocupaciones
extranjeras de la Península Ibérica lo impidieron, hasta el fin de la
reconquista en 1492 con la caída de Ganada, llegaron a buscar riquezas y poder,
escudados en la Religión Católica , su primera preocupación, fue implantarla en
la tierra conquistada ,generalizando, si respetar etnias ni culturas milenarias
más adelantadas que la suya, ya que la población que fue conformándose con su
llegada, se integró con españoles, desde luego, indios, (los
conquistados) y las que llamaron castas,
( mezclas que se fueron creando , mestizos, multaos, zambos, etc.), aunque sus
afanes se concentraron en la “Evangelización,
(imponer su religión y su idioma), ya que en primera instancia, la autoridad
la constituía el Clero y el representante del Dios creador
de todas las cosas, el Papa y los obispos. Como “arma” convencedora, “El
Tribunal de la Santa Inquisición. Los medios se fueron integrando con la
“Encomienda”, (esclavitud a secas) y el repartimiento, (trabajo temporal
semi-esclavo).
Se fundaron escuelas especiales
para “nobles indígenas”. Como el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco (1537), y y en la época de Fray Juan de Zumárraga, escuelas para niñas.
La indudable inteligencia de los
primitivos habitantes de estas tierras, se revela de inmediato y el bautizado
ya como Martín de la Cruz, que nació en Zacapán, Xochimilco a finales del
siglo XV. Estudió en un calmécac y a los 50 años ingresó en el Real Colegio de
la Santa Cruz de Tlatelolco (fundado en 1533) donde fungía como curandero y
alumno. Escribió “Amate-Cehuatl-Xihuitl-Pitli”
y el “Amatoce
huaxihuipactli”. El también llamado ya “cristianamente” Juan Badiano, que nació en Chililico,
(hoy Bario La Santísima, Xochimilco). A los 8 años estudia con los Siete Sabios
del Lugar. A los 51 años, por ser descendiente de nobles, es aceptado para su
ingreso en el Real Colegio de Santa Cruz Tlatelolco, donde aprendió español,
religión y latín, siendo compañero de Martín de la Cruz. Su principal
aportación la hizo, cuando en 1552 por encomienda del Padre Jacobo De Grado,
realiza la traducción del náhuatl al latín del “Herbolario Indigena” de Martín de la Cruz. El libro, causó gran
expectación en toda Europa, y dado con contenido, actual hasta nuestros días,
ha tenido miles de reproducciones.
Tata Vasco, (Vasco de Quiroga), oidor de la
Segunda Audiencia de la Nueva España, es
enviado al señorío de los purépecha, y
aprovechando la inmensa capacidad de aprender de los habitantes de la zona,
realiza una labor educativa que aun hoy, más que 550 años después, sigue siendo
admirable.
Exclusivamente
para españoles y criollos, en la época
colonial se fundaron varios Colegios
Universitarios, todos, desde luego, operados por las diversas Ordenes
Clericales,
Dominicos, Agustinos
y Jesuitas principalmente.
En el Siglo XVII ocurrió un verdadero milagro cultural. llegó a México
de su natal Nepantla, ( hoy Estado de México) Juana Inés de
Asbaje y Ramírez de Santillana, niña
prodigio que aprendió a leer y escribir cuando dolo tenía tres años y a la edad
de 8 años, escribió su primera obra en verso. Por su destacada intelectualidad
fue designada a los 14 años, dama de
honor la Marquesa de Mancera y, los Virreyes la elevaron en la Corte Virreinal
de la Nueva España, Su estadía ha
determinado el conocimiento general que se
tenía de la Colonia Española, en el resto del mundo.
Sin embargo, en 1667 fue ingresada al
convento de las Carmelitas descalzas, sin causa aparente, pero no faltaron historiadores que atribuyeran ese hecho, a
que la Marquesa de Mancera perdió uno de los dientes incisivos, y prefería ya
no presentarse en público. Las damas de la corte, empezaron a hacerse sacar el diente que le faltaba a la
marquesa, y Juana, escribió unos versos satíricos que tituló, “Las
Ventanas de la Marquesa” que llegaron a su conocimiento y sin más,
ordenó que se le internara en el Convento cuando solo contaba con 16 años. Hubo
necesidad de sacarla por cuestiones de salud, pero dos años después, fue
internada definitivamente en el Convento
de la Orden de San Jerónimo. No era una monja devota y escribió que su deseo era:
“Vivir
sola... no tener ocupación alguna obligatoria que embarazase la libertad de mi
estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis
libros”.
Durante su estancia en el Convento su
celda se convirtió en lugar de reunión de la intelectualidad de la Colonia, y
por ella desfilaron poetas e
intelectuales, como Carlos de Sigüenza y Góngora, y el también
nuevo virrey, Tomás Antonio de la Cerda, marqués de la Laguna, y de su
esposa, Luisa Manrique de Lara, condesa de Paredes, con quien le unió una
profunda amistad.
Es mundialmente famosa, en especial por la carta “Respuesta a sor Filotea de la Cruz”
seudónimo de Manuel Fernández de la Cruz, obispo de Puebla que publicó la “Carta Atenagórica” a la
que Sor Juana realizó una dura crítica al «sermón del Mandato» del jesuita
portugués Antonio Vieira sobre las «finezas de Cristo», acompañada de
una «Carta
de sor Filotea de la Cruz», en la que, aun reconociendo el talento de
la autora, le recomendaba que se dedicara a la vida monástica, más acorde con
su condición de monja y mujer, que a la reflexión teológica, ejercicio
reservado a los hombres.
A pesar de la contundencia de su
respuesta, en la que daba cuenta de su vida y reivindicaba el derecho de las
mujeres al aprendizaje, pues el conocimiento «no sólo les es lícito, sino muy
provechoso», la crítica del obispo la afectó profundamente, tanto, que
poco después sor Juana Inés de la Cruz vendió su biblioteca y todo cuanto
poseía, destinó lo obtenido a beneficencia y se consagró por completo a la vida
religiosa.
Aun en vida de la Poetisa, sus obras
completas se publicaron en España en tres volúmenes: “… Inundación castálida de la única poetisa, musa décima, sor Juana
Inés de la Cruz (1689), Segundo volumen de las obras de sor Juana Inés
de la Cruz (1692) y un después de su muerte, “… Fama y obras póstumas del Fénix de México” (1700).
Su fama sobrepasó todas las fronteras y
ha trascendido hasta hoy y sin duda alguna sigue siendo uno de los pocos
motivos de los que puede sentirse
orgulloso este País..
Falleció, físicamente, porque su obra y
recuerdo son inmortales, en el año de 1695, mientras atendía a sus
compañeras enfermas de Cólera,
Lo que incluyo acerca de Sor Juana, no es una exageración, ni algo que estorbe el
tema que estoy analizando. Es simplemente un homenaje a alguien que como ningún
otro, enorgullece a este País, y cuya vida y obra, desgraciadamente ignoramos muchísimos
mexicanos.
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