Joaquín Ortega Arenas.
Desde hace ya muchos, pero muchos años que los mexicanos simples no tenemos tranquilidad ni reposo alguno. Nos hemos puesto a recordar todo lo acontecido y, caminando hacia atrás, llegamos al sexenio delirante 1934-1940. Hasta ésa fecha, a pesar de la dictadura presidida por el Jefe Máximo de la Revolución prácticamente de 1920 en adelante, iniciada con el asesinato impune del Presidente de la República; de los constantes levantamientos y asonadas propiciados por los “revolucionarios” que habían quedado fuera del botín ; por la inútil y tal vez programada “Guerra cristera”; del levantamiento del General Gonzalo Escobar y del guerrillero morelense al que apodaban “El Tallarín”, se vivía bien. La vida era barata. Un salario mínimo en el año de 1930 de tan sólo un peso diario, era suficiente para adquirir dos kilos de filete, ($0.45 cada kilo) y sobraban diez centavos con los que se podía adquirir ONCE BOLILLOS, (el pan costaba “tres piezas por cinco centavos, 20% de ganancia y “timbre comercial”. Los transportes públicos tenían un costo de tres “planillas” (un viaje en cualquier línea, por $0.25) Los transportes eléctricos que operaba la Compañía de Tranvías cubrían literalmente todo el territorio del Distrito Federal por el mismo precio del pasaje. La “dejada” en los automóviles de alquiler era de $0.50 (de a tostón, llamábamos) a cualquier parte del Distrito Federal. Obviamente, ya había mordelones, pero las mordidas eran de un peso. Los sindicatos funcionaban generalmente bien en defensa de sus agremiados. Hubo ocasión que una Huelga que afectó a la Compañía de Luz y Fuerza nos dejó sin luz casi un mes. El Estado respetó los derechos de los trabajadores y no pasó nada. Nuestra moneda que hasta el año de 1926 era de oro y plata, estuvo a la par con el dólar hasta que en ese año cambiamos el talón oro por el talón “papel moneda” que se ha venido degradando hasta dejarla en moneda de papel. Se impartía la educación elemental en excelentes planteles heredados del Porfiriato, pero el 1 de diciembre de 1934….Llegó el “delfín” del jefe máximo a la Presidencia, con un nuevo “Plan Sexenal” que en su aplicación ha dejado una saga de abuso y de miseria. Con la inspiración del Código di Laboro de Benito Mussolini, los trabajadores, todos, los campesinos, los industriales, los comerciantes, quedaron sujetos a la tutela forzosa del nuevo estado totalitario. No existen ni pueden existir sindicatos, Cámaras de Comercio e Industria, ni nada sin que el Estado le dé permiso de constituirse. Pueden tener miles de trabajadores, campesinos, comerciantes, industriales, pero no pasarán de ser hombres que de nada sirven si no cuentan con la autorización previa del Estado para existir. La Constitución establece como garantías individuales la de asociación, la libertad de tránsito, la de libertad de prensa y muchas más, que de nada valen si el estado no las aprueba. Ese reconocimiento, y aprobación, implica la necesidad de convertirse en esclavos del Estado bajo pena de sanción. El Estado ha inventado que la libre asociación puede llegar a constituir el delito de “Disolución Social”, con puerta abierta para ir a dar a la cárcel por cien delitos inventados más, como aconteció con los Trabajadores Ferrocarrileros y los Maestros. (Othón Salazar y Demetrio Vallejo)
Se acabó la tranquilidad. Hoy vivimos bajo constante presión en una inseguridad peor, mil veces peor, que la inseguridad personal. Muy lejos de los “combates” contra la delincuencia organizada, no estamos, no podemos estar seguros de nada. Las leyes varían por minutos; la Constitución tiene ya cerca de TRES MIL REFORMAS que, con las repercusiones de esas reformas en la catarata constante de “leyes secundarias”, no nos permiten conciliar el sueño. El precio de los principales insumos para la vida humana está en manos del Estado, y los energéticos suben mensualmente, semanariamente, o a veces diariamente sin que los salarios estén indexados a esas alzas, dejándonos a lo ciudadanos comunes sin defensa de ninguna especie. El salario mínimo actual es de poco más o menos $55.00, pero de los pesos devaluados con tres ceros menos. Comparativamente con el que regía en 1930 es de $000.05 y el filete hoy cuesta un promedio de $200,000.00 el kilo. El pan que costaba $0.16, hoy tiene un valor de $2,000.00 cada pieza.
Vernos vivir inmersos en la inseguridad en todos los órdenes, parece que no importa para el Estado que además desde 1936, se ha convertido en un acosador implacable. Todo está sujeto a su voluntad y esa voluntad varía minuto a minuto y, para que se cumpla religiosamente hay sanciones verdaderamente confiscatorias en contra de los ciudadanos comunes. Valga un ejemplo en obvio de llenar varios tomos con estas quejas. Con miles de sacrificios un ciudadano adquiere un automóvil. Paga setenta por ciento de su valor real como impuestos de adquisición y un ochenta por ciento en el precio de la gasolina y combustibles que debe emplear por concepto de impuestos. Se le sujeta al pago de un impuesto más por el Uso del Automóvil, impuesto declarado inconstitucional y después constitucional por la Suprema Corte de Justicia. Si no lo paga, le recogen el automóvil sin juicio alguno. Simplemente llegan las tremendas grúas y...”al corralón” en donde lo despluman. El impuesto es “anual” y el ACOSO gubernamental dizque legal, DIARIO. Paga placas y tarjeta de circulación PERMANENTES, a un precio especial por supuesto y al ratito, ya no son permanentes sino anuales y si no se sujeta, a robarle el automóvil y al corralón. TODO DENTRO DE LA LEY. Como el ejemplo de los automóviles, podríamos hablar de la casa que cualquier ciudadano compra. Se le fija impuesto predial de acuerdo con el precio de compra pero… independientemente de la capacidad contributiva del causante, la noble autoridad realiza anualmente un nuevo avalúo y le sube la contribución predial ajustada a las necesidades de la autoridad, no a la capacidad del causante. Los apesadumbrados causantes no pagan, no porque no quieran. ¡Dios nos libre! Simplemente porque no tienen con que, y la cuenta sube y sube. Recargos, intereses moratorios. Embargo y remate. Al igual que en el caso de los automóviles la Suprema Corte estimó inconstitucional este atrabiliario sistema de “robo legal”, pero de repente, cambió su criterio y es constitucional despojar a los causantes de sus derechos y violentar la constitución. ¿Podría alguien en sus cinco sentidos vivir tranquilo con esas “variantes” constantes de las leyes y su aplicación a los ciudadanos indefensos, agravados por los sistemas de ACOSO al que estamos sujetos?
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