Joaquín Ortega Arenas
Allá, principios del mes de
octubre en el aparentemente lejano año de 1927, con las ambiciones políticas
desbordadas por quienes querían suceder en la Presidencia de la República, al
tristemente célebre sonorense Plutarco Elías Campuzano, convertido por voluntad
propia en Plutarco Elías Calles, con acontecimientos ocurridos durante su
gobierno, como la modificación de la Constitución mexicana para dar paso a la reelección,
indudablemente del General Álvaro Obregón, todavía existían soñadores con la
legalidad en la política mexicana, que
se atrevieron a desafiar a lo que creían era la voluntad del “Jefe Máximo de la
Revolución”: Los generales Arnulfo R.
Gómez , Francisco R. Serrano.
¡Qué equivocados estaban el
supuesto reelecto Álvaro Obregón y sus dos opositores! Ninguno de los tres
tenía posibilidades de llegar. Es casi indudable que su destino estaba
señalado, paralelo e igual. Iba a ser una muerte violenta, donde fuera y
como fuera.
Serrano fue uno de los primeros en manifestar su inconformidad por la
vuelta de la reelección y la postulación de Obregón. El día 2 de octubre de
1927 viajó a Cuernavaca a festejar el día de su onomástico, en compañía de sus
amigos y partidarios Carlos A. Vidal, Miguel
A. Peralta, Daniel Peralta, Rafael Martínez de Escobar, Otilio González, Carlos
V. Araiza, Alonso Capetillo, Augusto Peña, Antonio Jáuregui, Ernesto Noriega
Méndez, Octavio Almada, José Villa Arce y Enrique Monteverde, donde fue detenido por órdenes del Gobernador
del Estado, en cumplimiento a las que había recibido del Presidente Calles, y
al día siguiente, 3 de octubre “traído” a la Ciudad de México por el General
Claudio Fox, al frente de un regimiento de artillería con 300 soldados armados
con rifles Thompson ” pero antes de llegar
al Poblado de Huitzilac, fueron obligados a bajar de los autos para ser
asesinados aparentemente por orden de Álvaro Obregón, quien y sospechando una
asonada, hizo una purga sangrienta de los rangos militares y mató a quien en
otra hora fuera su entrañable compañero de armas. Los cadáveres fueron conducidos a la Escuela Médico
Militar, a donde fue Obregón con objeto de cerciorarse de la muerte. Un testigo
ocular relató que el cadáver estaba boca abajo y, Obregón con la punta del pie
lo volteó y exclamó “Mira nomás compadre, como te dejaron”. Afirman otros
testigos que el Presidente Calles, giró una orden al General Fox, en la que le
decía:
“Sírvase mandar inmediatamente a Cuernavaca
acompañado de una escolta de 50 hombres del Primer Regimiento de Artillería,
para recibir del general Enrique Díaz González, Jefe del 57º batallón, a los
rebeldes Francisco R. Serrano y Personas que lo acompañan, quiénes deberán ser pasados por las armas
sobre el propio camino a esta Capital por el delito de rebelión contra el
Gobierno Constitucional de la República, en la inteligencia de que deberá
rendir el parte respectivo tan pronto como se haya cumplido la presente orden
directamente al suscrito Presidente de
la República, P. Elías Calles.”
La revolución, “generosa siempre ha pagado y pagará
por los “favores que recibe.” La familia del general Fox, vivía en una mansión
de más de mil metros cuadrados en la Colonia Cuauhtémoc, y su pequeña hija
recibió hasta el año de 1942 en que la Directora de Asistencia Social de la
Secretaría de Salubridad, Señorita Francisca Acosta se la suspendió, una jugosa
“beca de estudios” de más de diez mil pesos mensuales.
El General
Abundio Gómez, también candidato
designado el 23 de Junio de 1927 por el Partido Nacional
Antirreeleccionista, agrupación surgida como respuesta a la reforma
constitucional del 21 de octubre de 1925, que permite la reelección del presidente
de la República por una sola vez, enfermo, fue detenido el 4 d noviembre en las
montañas entre Teocelo e Ixhuacan, conducido a Coatepec, sometido a juicio y
fusilado en el panteón de esa Ciudad, atado de pies y brazos al paredón de la
ejecución, con los ojos vendados. Su cadáver fue sepultado en la Ciudad de México
el día 6 por el Partido Nacional Antirreeleccionista.
El candidato, triunfador en las elecciones de julio de 1928 sin
oponentes, Álvaro Obregón Salido, hijo
de Francisco Obregón, campesino y Cenobia Salido, hija del multimillonario José María Salido,
fue asesinado de más de veinte balazos, en el Restaurante “La Bombilla” en San
Ángel, mientras la orquesta Típica del Maestro Alfonso Esparza Oteo interpretaba a petición del asesinado, su
composición “Limoncito”. El propio Maestro Esparza Oteo relató cómo
apreció el asesinato al que eso escribe, relato que hasta donde la memoria lo
permite, repetiré.
“Estaba
tocando la Orquesta el vals “Morir por tu amor” del Maestro Belisario de Jesús
García, que tocaba con nosotros como primer violín, cuando se acercó el
ayudante del General y me indicó que quería escuchar “Limoncito”. Paré la ejecución de “Morir por tu Amor”,
cosa que disgustó terriblemente a Don Belisario, que se incorporó y dejo de
tocar para buscar la caja de su violín. Llevábamos
unos cuantos acordes, apenas empezaba el segundo verso, cuando se desató una
balacera - Interrumpí el relato para aclarar al maestro que el asesino solo
había disparado tres o cuatro veces, y
me dijo - Mire amigo, yo estuve en la
revolución y se distinguir entre unos pocos balazos y una balacera. Esto fue
una balacera y, me tiré al suelo. Por cierto, Don Belisario también se tiró al
suelo y en cuanto terminó la balacera salió del restaurante cargando la caja
vacía de su violín. El violín se perdió y se lo tuvimos que reponer…”
La versión oficial de un solo asesino, condenado a muerte y fusilado,
quedó sin sustento cuando llegó el informe rendido por los médicos legistas que
practicaron la autopsia al cadáver del General en Culiacán.
¡Si fueron muchas balas de diferentes calibres! Pero a estas alturas es
inútil tratar de averiguar… y además, ya no serviría de nada.
Hoy no sirve de nada saber si fue un peso o miles de millones de pesos
los empleados en estas elecciones. A los mexicanos no nos importa.
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