12/01/2013

A Juan Silva Meza



Joaquín Ortega Arenas.


“El hombre pone. Dios  dispone  y…
El diablo todo lo descompone”.

EXCELENTÍSIMO SEÑOR LICENCIADO
JUAN N SILVA MEZA.
PRESIDENTE DE LA H. SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN.
El día 21de noviembre  el Diario “La Jornada”, publicó la noticia de que  Al participar en la ceremonia conmemorativa del 103 aniversario del inicio de la Revolución Mexicana,  señaló Usted enfáticamente:
“Los tribunales de la federación “no estarán nunca por encima ni en contra de la aspiración de la sociedad por hacer de México el país más justo y democrático, tal como lo quisieron los revolucionarios”, sostuvo el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Juan Silva Meza, quien reconoció que una asignatura pendiente de los juzgadores federales es la de incrementar la confianza que la sociedad desea tener en la judicatura”.
. “No cerramos los ojos ante las reacciones, no siempre coincidentes, con las decisiones que tomamos”.
Como suele suceder en este atribulado País, la ley y las buenas intenciones, están sujetas a todo tipo de variantes  determinadas por voluntades ajenas, y en el caso de la Justicia, ese propósito está siendo saboteado por los señores Jueces de Distrito que, mediante machotes” ( formas preelaboradas )  a las que solo falta el nombre del quejoso, y obviamente  omite todos los exámenes de la legalidad y procedencia de cada amparo en especial,  piden mil aclaraciones a las demandas de amparo que  se interponen ante ellos, aclaraciones que nunca los satisfacen y las  desechan de plano mediante otros  “machotes” similares, especialmente fabricados para sobreseimientos lo que, en pocas  palabras, constituye una eterna denegación de justicia.
Los mexicanos somos proclives a todo tipo de exageraciones, y con una de tantas, presumimos “haber inventado el juicio de amparo, que históricamente tiene su origen en los “recursos de fuerza y de poder” que existían en la España de Alfonso X, y la Confederación Helvética de  Guillermo Tell. Todo aquel que era agraviado, por la autoridad o por personas, podía recurrir el soberano en  “demanda de amparo” que,  de inmediato y sin más trámite le era otorgado.
Vino a México a mediados del Siglo XIX,  en que Manuel Crescencio Rejón , acudió como Diputado del Estado de Yucatán al  Congreso que elaboró el Acta de Reformas de 1847 en la que sufrió su primera modificación, propuesta por el diputado jalisciense  Mariano Otero, (alfil del verdadero padre de la Otero, “legalidad” vigente aún  en México, vigente desde que Antonio de Padua María Severino López de Santa Ana y Pérez de Lebrón), que negoció que las sentencias sólo tuvieran efectos para el quejoso, de manera que una Ley declarada inconstitucional por el Poder Judicial, podía seguir aplicándose a todo aquel podía seguir aplicándose  a todo aquel que no había solicitado el amparo.
Hoy, con toda pena y a pesar de los deseos del señor Presidente de la Suprema Corte de Justicia  de la Nación, podemos afirmar, sin equivocarnos, que con el sistema de “machotes” el juicio de Amparo está al borde de la muerte,  y  los mexicanos a merced de la “Dictadura perfecta” de la que nos acusó Don Mario Vargas Llosa.

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