Joaquín
Ortega Arenas.
“El hombre pone. Dios dispone
y…
El diablo todo lo descompone”.
EXCELENTÍSIMO
SEÑOR LICENCIADO
JUAN N SILVA
MEZA.
PRESIDENTE
DE LA H. SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN.
El día 21de noviembre el Diario
“La Jornada”, publicó la noticia de que
“Al participar en la ceremonia conmemorativa del 103 aniversario
del inicio de la Revolución Mexicana,
señaló Usted enfáticamente:
“Los tribunales de la federación
“no estarán nunca por encima ni en contra de la aspiración de la sociedad por
hacer de México el país más justo y democrático, tal como lo quisieron los
revolucionarios”, sostuvo el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la
Nación, Juan Silva Meza, quien
reconoció que una asignatura pendiente de los juzgadores federales es la de
incrementar la confianza que la sociedad desea tener en la judicatura”.
. “No cerramos los ojos ante las
reacciones, no siempre coincidentes, con las decisiones que tomamos”.
Como
suele suceder en este atribulado País, la ley y las buenas intenciones, están
sujetas a todo tipo de variantes
determinadas por voluntades ajenas, y en el caso de la Justicia, ese
propósito está siendo saboteado por los señores Jueces de Distrito que,
mediante “machotes” ( formas preelaboradas ) a las que solo falta el nombre del quejoso, y
obviamente omite todos los exámenes de
la legalidad y procedencia de cada amparo en especial, piden mil aclaraciones a las demandas de amparo
que se interponen ante ellos,
aclaraciones que nunca los satisfacen y las desechan de plano mediante otros “machotes” similares, especialmente
fabricados para sobreseimientos lo que, en pocas palabras, constituye una eterna denegación de
justicia.
Los mexicanos somos proclives a todo tipo de
exageraciones, y con una de tantas, presumimos “haber inventado el juicio de
amparo, que históricamente tiene su origen en los “recursos de fuerza y de poder” que existían en la España de Alfonso
X, y la Confederación Helvética de Guillermo
Tell. Todo aquel que era agraviado, por la autoridad o por personas, podía
recurrir el soberano en “demanda
de amparo” que, de inmediato y
sin más trámite le era otorgado.
Vino a México a mediados del Siglo XIX, en que Manuel Crescencio Rejón , acudió
como Diputado del Estado de Yucatán al
Congreso que elaboró el Acta de Reformas de 1847 en la que sufrió
su primera modificación, propuesta por el diputado jalisciense Mariano Otero, (alfil del verdadero padre de
la Otero, “legalidad” vigente
aún en México, vigente desde que Antonio
de Padua María Severino López de Santa Ana y Pérez de Lebrón), que negoció que
las sentencias sólo tuvieran efectos para el quejoso, de manera que una Ley
declarada inconstitucional por el Poder Judicial, podía seguir aplicándose a
todo aquel podía seguir aplicándose a
todo aquel que no había solicitado el amparo.
Hoy, con
toda pena y a pesar de los deseos del señor Presidente de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación, podemos afirmar,
sin equivocarnos, que con el sistema de “machotes” el juicio de Amparo está
al borde de la muerte, y los mexicanos a merced de la “Dictadura perfecta” de la que nos acusó
Don Mario Vargas Llosa.
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