9/01/2010
AGOSTO SANGRIENTO.
Joaquín Ortega Arenas.
En Memoria de la distinguida periodista Magdalena Saldaña.
Magdalena Saldaña, una de mis distinguidos maestros en el Periodismo, nació un 24 de agosto. En un convivio que con motivo de su aniversario hicieron sus colaboradores cuando dirigía el “Diorama de la Cultura” de Excelsior, me pidieron decir algunas palabras, y en plan de broma, aludí las grandes calamidades ocurridas en el mes de agosto, haciendo hincapié en la que tuvieron lugar precisamente el 24 del mismo, día de San Bartolomé. Cuando hube terminado, la ingeniosa Magdalena, exclamó. ---Que cruel es el señor. ¿Como les da tanta memoria a los malos para que molesten a los buenos?. Las ovaciones fueron para ella y hoy le dedico con toda mi gratitud este pequeño ensayo sobre el mismo tema, el día de su aniversario.
El 24 de agosto del año 79 de la Era Cristiana, hizo, erupción por enésima vez el Vesubio, volcán ubicado en cerca de lo que hoy es la bahía de Nápoles, en Italia. Cuentan los testigos presenciales Plinio el Viejo y su sobrino Cayo Plinio, Plinio el joven, que se encontraban en Stabia, ( hoy Castelamare di Stabia) a unos treinta kilómetros del volcán, que a poco de entrada la mañana, el volcán entró en erupción y en una cuantas horas sepultó la ciudades de Pompeya y Herculano, ésta mas cerca del mismo. Plinio el Viejo, murió , algunos dicen que envenenado por las emanaciones del volcán, otros que por un infarto. Plinio el Joven legó al mundo un electrizante relato de la erupción que originó en Pompeya el fallecimiento de cerca de veinticinco mil personas y en Herculano otras cinco mil. Poco a poco se han ido rescatando las ruinas de ambas ciudades y hoy es un atractivo turístico de primera la visita de esos testimonios históricos de la vida normal en una ciudad destruida en fracciones de minutos. Todo quedó como estaba, las termas, las majestuosas casas, la Basílica, las calles. Basta un poco de imaginación para apreciar cómo era la vida hace más de dos mil años en un pueblo culto.
La segunda crónica que relato de sucesos trágicos ocurridos en agosto tuvo lugar el día 13 de ese mes en Tenochtitlan, la capital del señorío Mexica. Sitiada desde hacía algún tiempo por los conquistadores españoles, asediados además por el hambre y la sed, los habitantes resistían heroicamente hasta que su Señor Cuauhtemoc, fue apresado ese trágico día 13. El odio de los sitiadores se desbordó por completo y en el resto del día, según testimonios de Bernal Díaz del Castillo y otros, fueron asesinados todos los habitantes de la urbe…sesenta mil según unos, hasta setenta mil, según otros. Los canales se tiñeron de rojo y se llenaron de cadáveres, y lo peor, la más antigua y adelantada de las civilizaciones existente en ese tiempo en el mundo, la civilización mesoamericana, la autora del calendario más perfecto hasta nuestros días, la que practicaba trepanaciones craneanas con tanto éxito, que el trepanado llegaba a vivir hasta veinticinco años después de la operación, la civilización constructora de Copán, Tical, Palenque, Tajín, Monte Albán, Teotihuacan, los observatorios astronómicos de Caña de la Virgen y Peralta, en el Estado de Guanajuato, etc., quedó reducida a escombros y olvidada.
El 24 de agosto de 1572, en París y en toda Francia, tomando como pretexto una agresión por francotiradores al Almirante Coligny, la familia Guisa desató una masacre que cobró en Paris más de díez mil muertes y en toda Franca, casi cuarenta mil. La historia guarda crónica de este salvaje acontecimiento, como “La Noche de San Bartolomé”.
La que, hoy por hoy, es y ha sido la peor de las matanzas de civiles indefensos ocurridas en la historia del mundo, tuvo lugar los días 6 y 9 de agosto de 1945. Una fortaleza B-29 del ejército de los Estados Unidos, a la que nombraron “Enola Gay”, cuyo copiloto era el Capitán Robert Lewis, dejó caer sobra la Ciudad de Hiroshima, en Japón, un artefacto nuclear al que festivamente llamaron sus constructores “Little Boy” . En cuestión de minutos, la ciudad quedó totalmente destruida y de sus habitantes, CIENTO CUARENTA MIL, habían fallecido horriblemente quemados y aplastados por las ruinas de todos los edificios que había en ella.
La crónica más exacta de lo ocurrido corrió a cargo de los aviadores que piloteaban la nave, y la copio literalmente de las versiones que circularon respecto a la “hazaña”. El copiloto de la Nave, Capitán Robert Lewis, exclamó al ver el espectáculo que dejaba atrás. : “Dios mío ¿Qué hemos hecho?
Sólo algo me preocupa. ¿Qué nos falta por ver en este revuelto mundo?
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