Joaquín Ortega Arenas.
Desde tiempo
inmemorial, Mesoamérica y las Etnias Mesoamericanas, tienen destinado este día para
la veneración y recuerdo de “los fieles difuntos” todos aquellos que nos han antecedido en el viaje
final de nuestras vidas. En formas diferentes, pero a la vez semejantes,
desde el día primero del mes se va preparando la ceremonia en todo el País. En
Janitzio, la isla del Lago de Pátzcuaro, por ejemplo, Los pescadores salen con
sus redes en forma de mariposa a pescar, a preparar la ofrenda gastronómica que
consuman al día siguiente en una gran ceremonia en la que todos participan,
rezando por los que se han ido, rodeados de velas encendidas.
Sin embargo la ceremonia
ha sido modificada para adaptarla a la religión católica, en la que el alma del
“difunto”, sale del cuerpo para ir, según haya sido su comportamiento en la
tierra, al “cielo, los buenos” y al “infierno los malos”, con una escala de
purificación por medio del fuego en el “purgatorio”.
La “religión
mesoamericana”, definida entre las que señala el Diccionario de la Lengua Española, como
“f. La descubierta por la sola razón y que funda las relaciones del
hombre con la divinidad en la misma naturaleza de las cosas.”, considera
que el hombre no concluye su vida con la muerte”, sino que se prolonga en el
espacio y en el tiempo.
Las etnias
Totonaca y Papanteca, en el Estado de Veracruz hoy, veneraban hasta principios
del Siglo pasado, al “Sembrador de Remojadas” al que representaban como
una figura humana, regiamente tocada, que tomaba entre sus manos una “coa” (larga
lanza de madera con la que iban perforando el suelo para depositar las semillas
que son la prolongación de la vida eterna) ,cuerpo negro, por el frente
porque señalaban “iba abriendo a obscuridad y las tinieblas con su cuerpo, para
dar paso a la vida eterna, que iba dejando la espalda sin color alguno”.
La nueva religión que
se les impuso “a sangre y fuego”, determinó la variación de la ceremonia, ya
que en ésta existe un “dios” creador del cielo y de la tierra que señala que no
es la naturaleza la responsable directa de la vida, sino el “verbo”, la
palabra de Dios.
Empero, el
sincretismo de ha apoderado de los antiguos Mesoamericanos.
En las mencionadas
etnias Totonaca y Papanteca, continúa hasta hoy, la veneración por
el “Sembrador de Remojadas”
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