3/26/2011
EL “KARTEL“ POLÍTICO MEXICANO.
Joaquín Ortega Arenas.
La palabra “Cartel”, proviene del idioma Alemán, y su significado es:
cártel.(Del al. Kartell).1. m. Organización ilícita vinculada al tráfico de drogas o de armas.2. m. Econ. Convenio entre varias empresas similares para evitar la mutua competencia y regular la producción, venta y precios en determinado campo industrial.
La “democracia mexicana” ha tenido un desarrollo paralelo a lo que el Diccionario de la Lengua Española nos señala como “cartel” y que ya mencionamos. En un principio, y concluido el lapso en que cuartelazos, motines, asesinatos y robos sin fin que pomposamente hoy llamamos “Revolución Mexicana” habidos entre 1913 y 1920, fue llamada con toda justicia por nuestro siempre sabio pueblo “la bola”, o la “robolución”, la democracia se decidía como una saga forzada de “la bola” , asesinando al enemigo “político”. En 1920, Venustiano Carranza trató de variar nuestro sistema democrático y colocar en frente de los destinos del País a un civil, el Ingeniero Ignacio Bonillas. En nunca bien averiguadas condiciones, reveladas y plenamente probadas hace muy poco tiempo por el Maestro Juan Ramón Jiménez, se ha sabido que el Secretario de Industria y Comercio del gabinete de Carranza y el ex secretario de Guerra y marina, Plutarco Elías Calles y Álvaro Obregón Salido, respectivamente, encabezaron un cuartelazo en la Ciudad de México seguidos por numerosos jefes militares celosos de que la rama no perdiera el poder; provocaron la salida de la capital del Presidente y sabiendo que ése se dirigiría al Puerto de Veracruz como ya lo había hecho en 1914, giraron órdenes al Teniente Coronel Lázaro Cárdenas del Río indicándole la inminente presencia del Presidente en la Zona Militar de Tuxpan y dándole órdenes de que “ no debería salir de esa zona”. El resultado no se hizo esperar. Detuvieron el convoy presidencial levantando las vías en el poblado de Algibes, Puebla, y en la madrugada del día 20 de mayo de 1920 un comando a las órdenes del “general irregular” Rodolfo Herrero asesinó al Presidente. El Comandante de la zona militar Cárdenas del Río detuvo a Herrero y lo condujo a la Ciudad de México, donde fue liberado. El Teniente Coronel, fue ascendido a General. Se efectuaron elecciones y fue “electo Álvaro Obregón Salido. La democracia no sufrió golpe alguno.
Concluyó el cuadrienio (en ésa época el mandato presidencial era de cuatro años) y se postuló y triunfó obviamente Plutarco Elías Calles. Durante su mandato se modificó la Constitución para permitir la reelección y aumentar el término del mandato presidencial a seis años.
Los candidatos en 1927, eran tres generales: Francisco Serrano, Arnulfo R. Gómez y Álvaro Obregón. Los dos primeros murieron asesinados, uno en Huitzilac, Morelos y el otro en Coatepec, Veracruz. El tercero, ya candidato triunfante fue asesinado en 1928 en el Restaurante “La Bombilla” en San Ángel, D.F., continuando con la ininterrumpida democracia sangrienta. El primer Plan Sexenal fue desempeñado, aunque no aplicado por Emilio Portes Gil, Pascual Ortíz Rubio y el general Abelardo L. Rodríguez, diligentemente manejados con la batuta del general Plutarco Elías Calles a quien los eternos aduladores palaciegos llamaron “el Jefe Máximo de la Revolución”. Para las elecciones presidenciales celebradas en julio de 1934, compitieron el General Lázaro Cárdenas del Río, (sí, el ex comandante de la zona militar de Tuxpan cuando fue asesinado Carranza) y el general Antonio I. Villarreal. La mano férrea del Jefe Máximo evitó todo tipo de problemas y Cárdenas resultó electo. Su “gobierno”, también bajo la batuta del Primer Jefe, se orientó a la consolidación del poder político y social en manos del Estado. Esclavizó literalmente a obreros y campesinos en “Centrales” que los mantuvieran atados al Estado. (CTM Y CNOP); a comerciantes e industriales en Cámaras de Comercio e Industria sometidas totalmente al Estado; presionado por el gobierno norteamericano vía embajador Josephus Daniels, “nacionalizó la industria petrolera”. En las negociaciones previas a la “nacionalización” intervino el Bufete Norteamericano “Harding&Hees and Eader”, que abrió una sucursal en México incorporando a la misma al Secretario de Hacienda Eduardo Suárez (el Bufete se llamó desde entonces Harding&Hess and Suárez). Los pormenores de esas negociaciones fueron relatados al que ésto escribe por Mr. Phaenor A. Eder en una conferencia sobre Derecho Civil realizada en Estados Unidos, en la que para ilustrarme me regaló el libro “ Diplomacy in Short Leaves”, escrito por Daniels publicado por la Universidad de Carolina del Norte; La actuación del general Cárdenas, fue definida entre bromas y veras por el cómico Roberto Soto que en un “sketch” teatral dijo a su esposa en la vida real: “… Cómo se parece el señor Presidente al Chango Casanova…” (distinguido boxeador de la época). Su compañera de escena replicó: “…pero ¿cómo va a ser? El presidente es trompudito, pero tiene muy bonitos ojos verdes…”; Soto replicó: “… no en el físico, sino en que finta con la izquierda y da unos tremendos trancazotes con la derecha…”. Concluyó el sexenio en medio de un tremendo descontento popular. Compitieron por la Presidencia de la República los generales Manuel Ávila Camacho compañero de armas de Cárdenas y Juan Andrew Almazán, militar enriquecido con los innumerables contratos que la “revolución” le había otorgado para todo tipo de obras. Estas elecciones tocó al que esto escribe vivirlas y apreciarlas plenamente. El gobierno delirante 1934-1940 había hastiado a los mexicanos y se volcaron en las urnas a votar por Almazán. Tropas regulares y pandillas paramilitares se dedicaron desde temprano a “convencer” a los votantes de que no debían votar por Almazán. Me tocó ser testigo de lo acontecido en una casilla ubicada en las Calles de Guillermo Prieto, Colonia San Rafael. Los votantes hacían una inmensa “cola” frente a la urna correspondiente a Almazán, tres o cuatro personas en la que correspondía a Ávila Camacho. Como a las 8.30 de la mañana llegaron al lugar tres camionetas en las que viajaban como cuarenta y cinco personas que, empuñando sendas ametralladoras “Thompson” asesinaron no sé a cuántos frustrados votantes. Los que lograron huir, inclusive el que esto escribe que solo tenía 15 años y había ido a comprar el pan en la panadería “La Florida” ubicada junto a las casillas de votación , oímos acusar a voz en cuello al director de la matanza. Alguien gritaba sin cesar: ¡Son Gonzalo N. Santos y su asesino el “Mano Negra”!
Obviamente, triunfó Manuel Ávila Camacho, su sexenio no fue muy tranquilo, pero señaló el fin del “maximato”.
Desde entonces, las elecciones no se ganan con asesinatos y a balazos. Se “negocian”. Existe sin máscara alguna un verdadero “Kartel” que sexenio tras sexenio ha venido reformando la Constitución para que el voto sea más nebuloso, intangible y manipulable por un organismo gubernamental, el Instituto Federal Electoral y sus derivados: los Institutos Electorales Estatales. Una vez decididos y resueltos por esos institutos los conflictos electorales, las reclamaciones las resuelve el Tribunal Federal Electoral del Poder Judicial Federal cuyos miembros son designados por el Estado. Imagínate, querido lector, ¿qué confiabilidad puede existir con esos sistemas? Voto secreto (más bien anónimo, ya que el votante ni su nombre estampa en cada boleta; manejo de los votos por los “institutos” Electorales y resolución final de los conflictos electorales a cargo del “Poder Judicial Federal”…¡Yo me toco, yo me bailo!
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