Joaquín Ortega Arenas.
Hace ya 70 años escribí para un diario vespertino, un artículo que intitulé
“El Alma de las Cosas”, porque las cosas tienen almas gemelas a las
nuestras. Añoramos casi con lágrimas en los ojos, a “nuestros zapatos viejos, nuestro
cuaderno de primer año, testigo de nuestra llegada al mundo de la cultura. La
rosa apachurrada en mi libro, recuerdo de mi primer amor,
Etc.,” y ayer 26 de mayo de 2013, me dediqué a pasear por mi Barrio
y antigua Villa de Coyoacán. No daba, ni
doy, ni daré crédito a lo que vi y encontré. ¡Prefiero olvidarlo!
La villa de Coyoacán, fundada por Hernán Cortés y habitada por maestros y profesionales, era
un remanso en la Gran Ciudad. Vivíamos
idílicamente como si no hubiera terminado el Siglo XVIII. Concierto dominical al medio día en el Jardín Hidalgo, que oíamos sentados en
las bancas y banquetas de la Plaza o dando vueltas en las que saludábamos y nos
saludaban una y otra vez , los que
caminaban en sentido contrario hasta que a la hora el Ángelus la llegada de
miles de pájaros a la plaza nos hacía correr.
Puntualmente, en la calle que vivíamos, Antigua Calle
del Rastro, a la una de la mañana llegaba con gran estruendo a la fábrica de Papel de Coyoacán, un inmenso camión con pulpa para papel y era
tal nuestra costumbre que ni lo notábamos y en cambio cuando se retrasaba, despertábamos.
A las siete de la mañana el silbato de la Fábrica nos recordaba el
principio de un nuevo día.
Nos entregaban,
en la puerta de la casa, la leche bronca
que traían a lomo de burro en grandes botes especiales. Pasaban los panaderos
en bicicleta casi a la misma hora con sus grandes canastas sobre sus cabezas. El pan costaba todavía dos piezas por cinco centavos.
Faltando diez minutos para las ocho de la mañana, el
ambiente se saturaba de nuevos trinos, ahora de la chiquillería que con prisa iban hacia las escuelas
ubicadas en la Avenida Hidalgo. A las ocho y diez la calma y el silencio
volvían a la Villa.
En Coyoacán nadie tenía prisa, excepción hecha de un
sacerdote de la Parroquia de San Juan Bautista que tenía como manda correr en
lugar de andar. Los vecinos le llamaban el “Padre Huarache” y se la pasaba
saludando a cuantos encontraba, llenándolos de bendiciones….
Cada cuarto de hora era marcado con las campanas de la
Parroquia, tal como lo mencionaba el poeta Ramón López Velarde, sucedía “…en tu Provincia del reloj en vela/ que
rondan los palomos colipavos,/ las campanadas caen como centavos...”.
Jorge
Ibargüengoitia, el escritor distinguidísimo de Coyoacán, llamó a Coyoacán la “Villa de los Jardines escondidos” Había en ella setenta y nueve conventos, una
cantina (la inolvidable “Guadalupana”,
refugio de intelectuales) y una Cervecería fundada en 1918, “La
Puerta del Sol de Coyoacán…pero…nada es eterno y a fines de la década de los setentas, llegó un
verdadero hampón a Delegado y en sus tres años de “gobierno” cambió la imagen provinciana . Se acabaron los Jardines escondidos. Hoy
son CONDOMINIOS ESCONDIDOS. El número de cantinas y centros de vicio se elevó
hasta setenta y siete. Se han concedido
licencias de cambio de uso del suelo en los cinco Barrios Protegidos desde la
época de Porfirio Díaz, (1909) San
Lucas, La Conchita, San Juan Bautista, San Francisco y Santa Catarina, y encontramos
en medio de las escuelas que cobija el Barrio de San Lucas, DOS cantinas que se llaman Restaurant
Bar “El Capricho Grill” y “Bar Cultural”.
Edificios de
departamentos por donde quiera y para colmo, derrumbaron la Fábrica de Papel
“Coyoacán” para vender sus terrenos cn
régimen de condominio de gran lujo, que
las malas lenguas señalan como propiedad de un Alto Político.. Para que no
hubiera obstáculos, arrasaron con
gigantescas palas mecánicas los vestigios arqueológicos existentes: seis pequeñas pirámides circulares de
indudable origen “Tecpaneca” y dos construcciones ¡Teotihuacanas! Las tiraron a
la basura como cascajo y hoy, ¡si, hoy! El INAH, DESCUBRE QUE EXISTIERON no obstante que
cuando emoezó la bestial destrucción los vecinos pedimos amparo, que nos
rechazaron por “falta de interés jurídico” y además, denunciamos EN VANO ante
la Procuraduría General de la República con dictámenes periciales y FOTOS,
MUCHAS FOTOS,.
En lo personal, el
que esto escribe y Jorge Ibargüengoitia
luchamos a brazo partido para conservar ese recuerdo amoroso de nuestra
antigua cultura. Evitamos la construcción de un Edificio de Diez pisos en lo
que fue una fábrica de Hilados y Tejidos
para destinarlo al Parque “Frida Khalo”
Falleció
lamentablemente Jorge y sin su
ayuda, nuestros esfuerzos, en el caso de
la Fábrica de Papel, “chocaron con la
“Justicia”. La milagrosa Pluma de Ibargüengoitia, ya no pudo defendernos.
Ya para finalizar el
sexenio anterior, a un monstruo convertido en Alto Funcionario se le
ocurrió hacer un “Centro Cultural” en la
calle de Manuel Fernández Leal, a unos cien metros de la Parroquia de “la
Conchita”. Los vecinos pidieron amparo para evitarlo. Se los concedieron, en
vano. La obra continuó. Para poder recimentar la vieja casona sobre la que se
asentaría el “Centro“, SIETE PODEROSAS BOMBAS SACARON AGUA DÍA Y
NOCHE. Las casas aledañas empezaron a cuartearse y lo que es peor LA CAPILLA VENERADA DE LA CONCHITA ESTA A
PUNTO DE CAER POR FALTA DE SUSTENTO DEL SUBSUELO.
Pensarás, querido
lector, y eso ¿a quién puede importarle? DESGRACIADAMENTE, A NADIE. Los
Ciudadanos, eternos protestantes, carecemos de interés jurídico.
¡Lo malo, lo triste,
lo fatal! Es que lo que nos está sucediendo en Coyoacán solo es parte de lo que le sucede a este
nuestro sufridor País y ¡tampoco tiene
importancia!
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