Joaquín Ortega Arenas.
Hace ya muchos
años, el sabio de sabios Leonardo da Vinci
estudió por primera vez el fenómeno que llamó heliotropismo, (helio-prefijo
que significa 'sol', Diccionario de la Lengua Española ) y tras esos
estudios realizados por el sabio, los científicos se han esforzado en descubrir
el por qué toda la vida que existe en el Planeta Tierra se rige por el Sol y
los fenómenos solares. Donde no llega el sol, no hay vida. La energía solar es
la que ha generado no sólo la existencia de los planetas, sino la de todos los
animales y plantas que, en el caso de la tierra, viven en ella. La rotación de la tierra necesariamente le
permite recibir la energía solar plena sólo durante medio día. Los geógrafos y
astrónomos, la han dividido en paralelos y meridianos y conforman la cuadrícula
que aparece en los mapas que empleamos rutinariamente. El empleo de las
palabras meridianos y paralelos, se debe a Ptolomeo y su uso ha continuado
hasta hoy. La circunferencia de la tierra en el Ecuador, se ha medido en 360º,
180º del Meridiano de Greenwich hasta a 180° en la línea internacional de cambio de fecha que, en
la realidad se traduce en el día y la
noche. Los meridianos, dada la forma esférica de la tierra, van disminuyendo la
separación entre ellos, del ecuador a los polos, en el que no existe ya
ninguna.
La energía solar es captada por todos los seres vivos
(plantas y animales) durante el día, y da lugar a la regulación del metabolismo
basal de los animales y los cambios en la vida de vegetales, en ocasiones en
forma drástica, como lo que llamamos “heliotropismo” que obliga a muchos
vegetales, particularmente al “Girasol” a enmendar su posición durante el día,
para recibir la mayor cantidad de energía. Ha dado además lugar al
establecimiento de los “Husos horarios” que dividen a la tierra en 24 áreas que
juntas constituyen el llamado tiempo universal, coordinado a partir del
meridiano 0, en Greenwich, Londres.
Puesto que la tierra gira de oeste a este, al pasar de un
huso horario a otro en dirección este, hay que sumar una hora.
Por el contrario, al pasar de este a oeste, hay que restar una hora. El
meridiano de 180°, conocido como línea
internacional de cambio de fecha, marca el cambio de día.
Hay países que se encuentran ocupando tres o más husos horarios (Siberia) y en
ellos rigen tres o cuatro o más horas.
Convencionalmente y por necesidades específicas, se ha
adoptado el sistema de “horas oficiales”, siempre tratando de no desarticular los
funciones vitales de los habitantes de esos países.
En México, las cosas nunca son ni han sido como deben ser. Llegó
el año de 1924 a
la silla presidencial Plutarco Elías Calles y consideró que todos los
funcionarios del país debían estar pendientes de sus órdenes y tal vez recordando
la anécdota que se relataba había sucedido en tiempo se Don Porfirio, aquélla en que preguntó --¿Qué hora es señor general? A
lo que el interpelado respondió ¡La
que usted ordene, señor presidente!, uniformó la hora de Yucatán para
regir en todo el territorio nacional en
el que existen señalados por el sol y la geografía tres husos horarios. Mientras a Yucatán podía hablar desde México
a la siete de la mañana, a Baja
California, en especial Tijuana, en donde tenía pingües negocios, eran la tres de la madrugada. El descontento y
desasosiego de los habitantes por la modificación de su hábitat natural fue
enorme y se vio obligado a modificar la medida. A Yucatán le respetó su hora
astronómica, pero al Altiplano le adelantó una hora y a la costa del Pacífico
le devolvió la que le correspondía. Pasaron los años y con motivo de la Segunda Guerra
Mundial, el Presidente Ávila Camacho
decidió adelantar una hora a todos los relojes del país. Otra vez, más
modificación del hábitat natural causó
estragos y molestias entre la población, aunque poco a poco los mexicanos
fuimos acostumbrándonos a despertar antes del alba y a dormirnos a la hora del
“ángelus”. Pero llegó un loco retrasado
mental a la Presidencia
y por Decreto adelantó otra hora los relojes en Verano para retrasarla en Invierno,
creando un nuevo desequilibrio en el
habitat y la vida de los mexicanos.
Un chofer de taxi, me explicaba que no obedecía esa
disposición, porque hacía mucho daño a
su organismo estar cambiando la hora a su sueño, a los alimentos a todo y con
el lenguaje coloquial de nuestra prole me señalaba. “Fíjese patrón en los pajaritos,
amanecen cuando sale el sol y se retiran del aire cuando el sol se pone, a la
hora del Ángelus y es porque ellos no son pendejos como nosotros que andamos distantiados
(sic) toda la vida…”
Tuve que darle la razón y medité: en verdad en nuestro país
no había necesidad de tratar de burlar a la naturaleza y estar cambiando,
primero una vez al año la hora ya de por sí adelantada por decreto y en estos
tiempos dos veces por año. Todos absolutamente todos nos sentimos, como
señalaba aquél filósofo del taxi, “distantiados” y cuando empezamos a
acostumbrarnos, otra vez el cambio, seguramente para que no tomemos jamás el ritmo
del sol y de nuestro metabolismo basal y sigamos eternamente “distantiados”,
sin poder razonar humanamente… ¿en beneficio de quién?
Un misionero jesuita
que llegó a Baja California en el Siglo
XVIII, el Padre Miguel del Barco, apuntó en el estudio que escribió sobre su
estancia allá, “…estos indios no son salvajes, son inteligentes y dedicados, pero les
cambiamos el ritmo de sus alimentos que tomaban cada vez que les daba hambre y empezaron a
morirse como moscas…”
¡SERÁ ESA LA
RAZÓN Y MOTIVO DE LA “HORA OFICIAL?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario