4/11/2007
Suave Patria y Dura Patria
Joaquín Ortega Arenas.
Para aprovechar las “festividades “ de la semana santa, antes de meditación hoy de regocijo, se nos ocurrió visitar a la provincia , en esta ocasión a Guanajuato, Cuna de la Independencia , y en especial al rumbo de San Felipe Torre Mochas, ciudad en la que habitó Don Miguel Hidalgo de 1793 a 1803.
Salimos con la mente fija en la imagen de la provincia que en el año de 1921 retrató magistralmente Ramón López en su inmortal poema La Suave Patria , y desde los primeros kilómetros de carretera nos invadió la pena y la nostalgia. Ya nuestra superficie, no es el maíz, como cantara el bardo. Es casi increíble a que en pleno mes de abril, no existan tierras preparadas para el cultivo de la gramínea madre de nuestra civilización mesoamericana. Así cruzamos los paisajes del Estado de México, Hidalgo y parte de Guanajuato, en el que ya para pasar por Celaya empezaron a aparecer las tierras “labrantías”, preparadas para cosechar sorgo, y agave tequilero. Nada de maíz. Con razón, el que se consume actualmente en México, es “de importación”, sin olvidar que lo que fue el granero de la República , y parte de su producción se exportaba.
A cambio de ello, el Estado de Guanajuato ha exportado en los últimos seis años, mas de cuatro millones de guanajuatenses para engrosar las filas de los “indocumentados” que actualmente residen en Estados Unidos. Sin embrago, no hay mal que por bien no venga, dice el refrán, y gracias a esos cuatro millones de expatriados el Estado de Guanajuato cubre sus necesidades con los dólares que envían a sus familias, y satura el País entero con los automóviles “chocolate” que traen cada año cuando vienen a pasar la navidad en su terruño abandonado, automóviles en los que no regresan. Vuelven a su nueva patria en avión y, del aeropuerto de León salen vuelos a todos los destinos norteamericanos.
La Veta Madre de Guanajuato produjo, hasta antes de lo que indebidamente llamamos “revolución”, la mayor cantidad de oro y plata extraída en el mundo entero y, junto con las minas de Zacatecas e Hidalgo, seguramente obligó a López Velarde a llamar a este hoy sufrido País, “...el Palacio del Rey de Oros…”. El nombre ya resulta obsoleto. La producción actual de minerales es casi nula.
Desde México, la carretera está saturada de grandes trailers de uno o dos remolques cuya venta necesaria a los mexicanos deben haber promovido las grandes fábricas de trailers y llantas, exigencia que determinó la desaparición de los ferrocarriles, tal y como ocurrió en la Ciudad de Los Angeles, Califoenia, en la que allá en los años 30, General Motors, Firestone, Stándard Oil y el resto de las inefables siete hermanas, adquirieron las líneas de tranvías eléctricos, ( verdes y enormes ) tan solo para sacarlas de circulación y obligar a los habitantes de esa ciudad a comprar automóviles. Una similar maniobra del Gobierno Mexicano totalmente exitosa, ha surtido el efecto deseado. Desaparecimos los Ferrocarriles Nacionales, y hoy Miles de Trailers y elegantes Omnibus, literalmente saturan nuestras carreteras. Enriquecen a sus fabricantes, a los fabricantes de llantas y, desgraciadamente nos empobrecen cada día más, aunque parezca imposible, a los mexicanos. El transporte por carretera es cien o doscientas veces mas caro que el transporte ferroviario y la diferencia de precio, el hambre del pueblo la compensa. De pasada quedó como una hermosa metáfora el recuerdo de lo que vio López Velarde cuando escribió, “…el tren va por la vía como aguinaldo de juguetería…” y en el olvido total “… y en el barullo de las estaciones, con tu mirada de mestiza pones, inmensidad sobre los corazones…”. Las estaciones, hoy silenciosas y polvorientas día a día víctimas de la picota salvaje, son menos y la mirada de mestiza de la Suave Patria , ya no pone inmensidad sobre los corazones, sino desasosiego, dolor, coraje y pena.
De la Ciudad de Guanajuato hacia el norte, a los lados de la carretera no hay más de veinte terrenos aproximadamente de una hectárea, preparados para la siembra. Solo hay ruinas de acequias, presas, aljibes, rancherías y galeras en las que algún día se almacenaba lo que estas tierras ociosas y erosionadas, hoy solo pobladas por huizaches y nopalera deben haber producido.
Nos llamó la atención, por el nombre, desde luego, un antiguo molino de trigo, “Rincón de Ortega”, construído en el Siglo XVII, en el que mediante un ingenioso sistema hidráulico, se concentraban y almacenaban las aguas que bajan de una imponente serranía para mover las enormes piedras del molino. El agua no se desperdiciaba, en torno al molino sementeras y potreros hoy en completa ruina dan testimonio de ello. Cuando ese molino funcionaba, cubría las necesidades de trigo de San Felipe, trigo producido en las sementeras mismas del molino. Hoy hecho ruinas con excepción de la sala de molido, es testimonio de lo que a todo el País ha pasado. Es nuestra vigente Dura Patria.
¿Ah!, olvidaba señalar que en los ciento ochenta kilómetros que dentro del Estado de Guanajuato recorre la carretera que lleva a San Felipe Torres Mochas, existen poco mas de novecientos anuncios espectaculares con el retrato, sonriente y contento, del señor Gobernador del Estado y una leyenda que reza: “Guanajuato, vamos contigo “.
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