7/01/2007
MEXICO CIUDAD DE LA ESPERANZA.- Cuarta Parte
Joaquín Ortega Arenas.
¿Cuál es la causa del desastre que nos amenaza?
La respuesta en sencilla y una sola. El desconocimiento del verdadero problema. El agua es un elemento sin el cual no existe la vida humana. En todo el mundo existen quejas de que está escaseando, y no de hoy, desde hace muchos años. Donde la hay en exceso, como en México la tiramos inmisericordemente.
Desde la llegada de los “conquistadores”, hemos tratado de deshacernos del exceso de agua, nunca de guardarla, aunque debemos señalar con toda honradez que si bien en el Valle de México desde su llegada han pretendido que se vaya lo mas pronto posible, indudablemente para incrementar el negocio de la venta de tierras y cobro de impuestos, en el resto del País, ellos construyeron una gran cantidad de presas y represas para garantizar el riego agrícola y el abasto de las ciudades, presas y represas que nuestra incuria ha permitido que se vayan azolvando y destruyendo una a una.
En época reciente, una de las obras hidráulicas construidas en la Colonia en las cercanías de la Ciudad de Irapuato, se “reventó” por falta de mantenimiento y descuido, causó una muy severa inundación en esa ciudad y no ha sido reparada jamás.
Aun en la antigua cuenca hidráulica en que está asentada nuestra Ciudad de la Esperanza , se construyeron un importante número de presas y represas de las que hoy solo queda el recuerdo y las ruinas. Hemos demostrado que somos endémicos enemigos del agua. Primero, el distinguido Conquistador don Hernán Cortés, destruyó el Albarradón de Ntzahualcoyotl. Después abrimos del Tajo de Nochistongo y en las últimas épocas, hemos construido a un elevadísimo costo, el “Drenaje Profundo”, para que se vaya el agua, drenaje que en la actualidad por falta de mantenimiento quizá para nuestra fortuna ya casi no funciona.
Un viejo refrán castellano reza “ El que regala lo que le ha menester, el diablo se ríe de él”.y, es indudable que se está riendo de todas las autoridades que han gobernado la dizque Ciudad de la Esperanza , que no han tenido empacho en regalar nuestro mas preciado tesoro, el agua. . En muchos años, solo he sabido de dos personas que han señalado la necesidad de guardar el agua. El señor Ingeniero Don Carlos Gorbea , en la época porfiriana cuando se planeó “traer agua de Lerma” a un elevadísimo costo, proyecto al que se oponía señalando que la lluvia que se abate sobre el Valle de México solo en dos aguaceros del mes de junio, bastaría para cubrir las necesidades del millón de habitantes que la Ciudad tenia entonces. Perdió su argumento, Era preferible que el yerno del señor Presidente realzara el proyecto de traer el agua de Lerma a un altísimo costo, que construir depósitos para el almacenamiento del agua pluvial.
Cuando la señora Beatriz Paredes era candidato el Gobierno de la Ciudad , externo la misma idea . Nadie la escuchó. No es explicable que las autoridades de la ciudad ignoren que nuestro mas grave problema es precisamente el agua, y que de el derivan todos los demás. No es posible que sigan pensando que debemos tirar esa riqueza que literalmente “nos cae del cielo”. Con unos diez o doce depósitos de agua pluvial del tamaño del Estadio Azteca, tal vez sería bastante, depósitos que no solo servirían para guarda del agua, sino de alimentación permanente a los mantos freáticos que existen bajo la urbe y tal vez hasta sería viable contener el hundimiento fatal que nos amenaza.
La construcción de los depósitos, forzosamente debería obedecer a los diversos niveles en que la ciudad está construida para facilitar drenajes casi superficiales solo para aguas pluviales, procurando que la mayor parte de ellos quedaran en las partes mas altas en beneficio de la alimentación de los mantos freáticos.
Tal vez sería necesario expropiar, con fines de utilidad pública dos o tres manzanas para la construcción de cada uno de los depósitos, pero esas expropiaciones si tendrían razón de ser y substituirían las que actualmente se hacen para dotar de vivienda a los miembros del P.R.D., o para alejar “delincuentes” de algunas zonas en las que no los hay. . Logrando un control de las aguas que, bien pensado ni es difícil ni muy caro, tal vez esta ciudad, a pesar de las tremendas lacras que la aquejan y, a las que nos referiremos a partir de nuestro siguiente ensayo, llegaría a ser una verdadera “Ciudad de la Esperanza ”.
Hoy por hoy, no pasa de ser una ciudad de la desesperanza y de la vergüenza.
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