2/22/2010

TLALOC, CHALCHIUTLICUE Y LOS INOCENTES.

Joaquín Ortega Arenas. La cosmogonía, (Teoría científica que trata del origen y la evolución del universo) alcanzo en nuestra Mesoamérica gigante un enorme desarrollo y análisis. Lo que podemos considerar como religión natural, ( La descubierta por la sola razón y que funda las relaciones del hombre con la divinidad en la misma naturaleza de las cosas) en contraposición con el sistema aceptado por las religiones monoteístas de que existe un Dios , un ser supremo considerado el hacedor del universo, y de ello podemos concluir que la religión de las etnias mesoamericanas tiene como base la dualidad , la intrínseca relación vida y muerte, el día y la noche, siempre dos caras del mismo concepto. Existe en nuestro museo Nacional de Antropología una escultura que conservando las métricas del cuerpo humano no es ni antropomorfa ni zoomorfa, la que llamamos “Coatlicue” que es, nada más ni nada menos que un extenso y perfecto tratado de la filosofía que los pueblos mesoamericanos observaban, en el que se puede apreciar la evolución de la vida natural y humana y las diversas deidades que veneraban, entre las que entre las más importantes se encuentran en la mitología nahuatl, Tlaloc, cuya función era traer el agua la lluvia, las tormentas, los relámpagos y los rayos y hasta granizos, inundaciones, sequías y heladas ( Según Bernardino de Sahagún) y sus homólogos Chaac, en la mitología maya, Pitao Cocijo en la zapoteca, Dzahui en la mixteca . La deidad que regía los ríos y los lagos, era para los nahuatl, Chalchitlicue, la de la falda de turquesa. Tlaloc, todos sus homólogos y Chalchitlicue, han resultado al correr de los años, deidades vengativas que no permiten que sus posesiones les sean arrebatadas con desastrosos resultados en contra, desgraciadamente no de quienes los han desafiado, sino de terceros engañados por vivales “siempre inocentes”. Tenemos en este momento varios ejemplos de ese desafío. En el Valle de Chalco, bajo el nivel regular de las aguas de lo que fue el Lago de Texcoco, inicua y estúpidamente desecado para ”vender lotes”, se construyó una “Ciudad”, la Ciudad Solidaridad, como era el slogan en ese tiempo político. Se vendieron lotes y casas “para gente de escasos recursos”, y desde que se inició la monumental obra, las casas de llenaron de humedades, salitre y han estado en constante peligro por la inundaciones. Llegó, como era lógico, un día en que la fuentes que abastecían el vaso del lago de Texcoco se sobresaturaron, en especial el Río de La Compañía y arrasaron con buena parte de la flamante ciudad, la autopista México Puebla, y destruyeron todo lo que encontraron a su paso, inundando además con detritos y miasmas una superficie muy considerable de lo que fue el gran lago. ¡Mala suerte!, llovió mucho. En pleno San Jerónimo, en el Distrito Federal, se construyó un enorme centro comercial, precisamente junto el lugar en que todavía de dejan ver restos de lo que fue la Presa de Anzaldo, obviamente alimentada por escurrimientos naturales que bajaban y siguen bajando de la serranía. A los inocentes constructores no se les ocurrió tomar precauciones en relación con esos escurrimientos, y como es natural, una tormenta rebasó la resistencia de todo lo que encontró a su paso y destruyó una agencia de automóviles y más de quince vehículos. Otra vez, ¡Mala suerte!, es que llovió “muy fuerte”. La Población michoacana de Angangueo, está construida en una larga cañada, por la que siempre ha corrido un río con crecidas constantes. Eso no fue obstáculo para que sin respetar las leyes que determinan que a ambos lados de los ríos y corrientes, debe conservarse sin construcción alguna un mínimo de veinte metros a cada lado a partir del centro de la corriente, se realizaran innumerables construcciones dejando el escaso margen del terreno que el lecho del río ocupa. Hace algunos días, las lluvias arreciaron y el nuevo cauce del río fue insuficiente. El nivel del agua subió y derribó cuanto encontró a su paso inclusive las nuevas construcciones, causando una verdadera catástrofe. Otra vez, ¡mala suerte! “es que llovió mucho”, . A todo lo largo y ancho del País se repite año con año el mismo fenómeno, los mismos problemas y aparece la misma disculpa. Las inundaciones que causan las lluvias son constantes y fatales, pero… ¿Qué no es predecible ese fenómeno? ¿Qué las corrientes que alimentan los ríos y lagos son diferentes cada año? Si es así, solo es así aquí, en este País sin gobierno ni autoridades competentes, Tenemos al otro lado de nuestra frontera norte, un ejemplo que nos hace pensar en que las catástrofes que ocasiona el agua, sin son previsibles. El Río Tennesse, tributario del Missisipi, año tras año causaba daños enormes, hasta que llegó un buen gobernante, Franklin Delano Roosevelt. Construyó una larga cadena de presas, calculadas y bien pensadas que dominaron las avenidas del agresivo río, y convirtió el Valle de Tennesse en un emporio agrícola e industrial. Desde entonces, aunque ¡llueva mucho! No hay nada que lamentar. Yo me pregunto y no encuentro contestación: ¿Por qué las aguas broncas se domestican en Estados Unidos y en casi todos los Países civilizados y aquí no? ¡Qué mala suerte!

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