5/29/2013

LLANTO POR COYOACÁN.




Joaquín Ortega Arenas.

Hace ya  70 años escribí  para un diario vespertino, un artículo  que intitulé  “El Alma de las Cosas”, porque las cosas tienen almas gemelas a las nuestras. Añoramos casi con lágrimas en los ojos, a “nuestros zapatos viejos, nuestro cuaderno de primer año, testigo de nuestra llegada al mundo de la cultura. La rosa apachurrada en mi libro, recuerdo de mi primer amor,  Etc.,” y ayer 26 de mayo de 2013, me dediqué a pasear por mi Barrio y  antigua Villa de Coyoacán. No daba, ni doy, ni daré crédito a lo que vi y encontré. ¡Prefiero olvidarlo!
La villa de Coyoacán, fundada por Hernán Cortés   y habitada por maestros y profesionales, era un remanso en la Gran Ciudad.  Vivíamos idílicamente como si no hubiera terminado el Siglo XVIII.  Concierto dominical al medio día  en el Jardín Hidalgo, que oíamos sentados en las bancas y banquetas de la Plaza o dando vueltas en las que saludábamos y nos saludaban una y otra vez ,  los que caminaban en sentido contrario hasta que a la hora el Ángelus la llegada de miles de pájaros a la plaza nos hacía correr.
Puntualmente, en la calle que vivíamos, Antigua Calle del Rastro, a la una de la mañana llegaba con gran estruendo a la fábrica  de Papel de Coyoacán,   un inmenso camión con pulpa para papel y era tal nuestra costumbre que ni lo notábamos y en cambio cuando se retrasaba,  despertábamos.
A las siete de la mañana  el silbato de la Fábrica nos recordaba el principio de un nuevo día.
 Nos entregaban, en la puerta de la casa,  la leche bronca que traían a lomo de burro en grandes botes especiales. Pasaban los panaderos en bicicleta  casi  a la misma hora con sus grandes canastas  sobre sus cabezas. El pan costaba  todavía dos piezas por cinco centavos.
Faltando diez minutos para las ocho de la mañana, el ambiente se saturaba de nuevos trinos, ahora de la chiquillería  que con prisa iban hacia las escuelas ubicadas en la Avenida Hidalgo. A las ocho y diez la calma y el silencio volvían a la Villa.
En Coyoacán nadie tenía prisa, excepción hecha de un sacerdote de la Parroquia de San Juan Bautista que tenía como manda correr en lugar de andar. Los vecinos le llamaban el “Padre Huarache” y se la pasaba saludando a cuantos encontraba, llenándolos de bendiciones….
Cada cuarto de hora era marcado con las campanas de la Parroquia, tal como lo mencionaba el poeta Ramón López Velarde, sucedía  “…en tu Provincia del reloj en vela/ que rondan los palomos colipavos,/ las campanadas caen como centavos...”.
Jorge Ibargüengoitia, el escritor distinguidísimo  de Coyoacán, llamó a Coyoacán la “Villa de los Jardines escondidos”      Había en ella setenta y nueve conventos,   una cantina (la inolvidable “Guadalupana”, refugio de intelectuales) y una Cervecería fundada en 1918,  “La Puerta del Sol de Coyoacán…pero…nada es eterno y a fines   de la década de los setentas, llegó un verdadero hampón a Delegado y en sus tres años de “gobierno  cambió la imagen provinciana .    Se acabaron los Jardines escondidos. Hoy son CONDOMINIOS ESCONDIDOS. El número de cantinas y centros de vicio se elevó hasta setenta y siete.  Se han concedido licencias de cambio de uso del suelo en los cinco Barrios Protegidos desde la época de Porfirio Díaz, (1909)  San Lucas, La Conchita, San Juan Bautista, San Francisco y Santa Catarina,  y encontramos  en medio de las escuelas que cobija el Barrio de San  Lucas,  DOS  cantinas que se llaman  Restaurant  Bar “El Capricho Grill” y “Bar Cultural”.
Edificios de departamentos por donde quiera y para colmo, derrumbaron la Fábrica de Papel “Coyoacán”  para vender sus terrenos cn régimen de  condominio de gran lujo, que las malas lenguas señalan como propiedad de un Alto Político.. Para que no hubiera obstáculos,  arrasaron con gigantescas palas mecánicas los vestigios arqueológicos existentes: seis pequeñas pirámides circulares de indudable origen “Tecpaneca” y dos construcciones ¡Teotihuacanas! Las tiraron a la basura como cascajo y hoy, ¡si, hoy! El INAH,  DESCUBRE QUE EXISTIERON no obstante que cuando emoezó la bestial destrucción los vecinos pedimos amparo, que nos rechazaron por “falta de interés jurídico” y además, denunciamos EN VANO ante la Procuraduría General de la República con dictámenes periciales y FOTOS, MUCHAS FOTOS,.  
En lo personal, el que esto escribe y Jorge Ibargüengoitia  luchamos a brazo partido para conservar ese recuerdo amoroso de nuestra antigua cultura. Evitamos la construcción de un Edificio de Diez pisos en lo que fue una fábrica  de Hilados y Tejidos para destinarlo al Parque “Frida Khalo”
Falleció lamentablemente Jorge y  sin su ayuda,  nuestros esfuerzos, en el caso de la Fábrica de Papel,  “chocaron con la “Justicia”. La milagrosa Pluma de Ibargüengoitia, ya  no pudo defendernos.
Ya para finalizar el sexenio anterior, a un monstruo convertido en Alto Funcionario se le ocurrió  hacer un “Centro Cultural” en la calle de Manuel Fernández Leal, a unos cien metros de la Parroquia de “la Conchita”. Los vecinos pidieron amparo para evitarlo. Se los concedieron, en vano.  La obra continuó. Para poder  recimentar la vieja casona sobre la que se asentaría  el “Centro“,  SIETE PODEROSAS BOMBAS SACARON AGUA DÍA Y NOCHE. Las casas aledañas empezaron a cuartearse y lo que es peor LA CAPILLA VENERADA DE LA CONCHITA ESTA A PUNTO DE CAER POR FALTA DE SUSTENTO DEL SUBSUELO.
Pensarás, querido lector, y eso ¿a quién puede importarle? DESGRACIADAMENTE, A NADIE. Los Ciudadanos, eternos protestantes, carecemos de interés jurídico.
¡Lo malo, lo triste, lo fatal! Es que lo que nos está sucediendo en Coyoacán  solo es parte de lo que le sucede a este nuestro sufridor País y ¡tampoco tiene importancia!

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