Joaquín Ortega Arenas.
“El modo personal de gobernar”, que en forma tan inteligente festinaba don Daniel Cossio Villegas, ha determinado una extraña “evolución” en nuestro
idioma. El asesinato de los enemigos del régimen en tiempos de Don Porfirio,
simplemente obedecían a dos tipos de órdenes: “Mátenlos en caliente” y Mátenlos, después viriguan”. Llegó la Revolución , y con ella el Plan e Guadalupe de Venustiano
Carranza, y conforme se iba acercando a la Capital de la República , fueron
apareciendo sinónimos para la marcha de las tropas constitucionalistas y
violar, asesinar, llevar adelante la leva, se redujo a “avanzar”; “robar,
despojar a las personas de sus bienes,
se redujo a “carrancear”. Hoy, los términos han variado otra vez. Secuestrar, asesinar, se ha
convertido en un simple “desaparecer”. Se acabaron loa hechos
sangrientos a cargo de las “fuerzas del Orden”. Ya solo existen las desapariciones.
Se
han “cometido” miles de desapariciones
que coinciden, casualmente, con otras miles de tumbas clandestinas por donde
quiera, que ya a nadie causan sorpresa.
Nos
encontramos en uno de los peores momentos de de ese novísimo sistema de
depuración política. En la ciudad de
Iguala, “desaparecieron” cuarenta y tres estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa, cercana a esa ciudad y, viene a nuestra
memoria una leyenda “guerrerense” que tal parece ha reaparecido.
En
ese Estado hubo, hace ya muchos años, una serie de gobernadores, verdaderos señores
de horca y cuchillo, que construyeron en
a Ciudad de Chilpancingo un elegante hotel, hoy desaparecido que se llamaba “Posada Meléndez”, al que llevaban a
sus distinguidos amigos e invitados y, la siempre cruel vox pópuli, comentaba que
para sus enemigos también tenían un
lugar especial la “Poza
Meléndez”, una oquedad “sin
fondo” cercana a la Ciudad de Taxco, que los habitantes de ese rumbo llamaban “Pedro Hitz”, vaya usted a saber por que, y existía el rumor de que la familia Meléndez, unos ricos comerciantes
de Taxco, usaban este pozo para depositar allí a sus enemigos para
exterminarlos. Simplemente los “empujaban” y listo.
¿Será
posible que a estas alturas , con gobiernos democráticos , de “manos limpias” se haya reiniciado esa mala costumbre?
No
lo sabemos y ni siquiera podemos
imaginar que a cincuenta y cuatro estudiantes normalistas,
inquietos como no solo son, sino como deben ser por naturaleza los adolescentes; que no cometieron delito alguno, porque para que se determine
la existencia de esa violación, nuestra
Sacrosanta, inviolada e inviolable Constitución
Política, otorga “derechos humanos inviolables” en su artículo primero; garantía
de audiencia y estricta aplicación de la ley en sus artículos 14 y 16 , y garantías procesales en el artículo 19.
Desgraciadamente,
hechos como éste que comentamos, ocurridos
unos cuantos días después del asesinato,
(que la muerte violenta que se causa a las personas no es otra cosa) de más de veinte personas en la localidad
mexiquense de San Pedro Limón, Municipio de Tlatlaya, a manos castrenses, descubierta y festinada por la Prensa Extranjera , acreditada
con testimonios y fotografías verdaderamente desgarradoras, como la de una
jovencita que fue acribillada cuado estaba tiraba boca abajo por la espalda, no
solo nos ponen a meditar, sino nos llenan de pavor.
Por
la justicia y la razón, por necesidad vital para que hechos como estos que
hemos relatado no vuelvan a ocurrir, ES NECESARIO QUE SE HAGA JUSTICIA, pronta, expedita e imparcial, sobre todo
imparcial ¡ya!
Si los procuradores de justicia Y JUECES correspondienteS cumplen con los maNdatos constitucionales, NI
LO DUDEN,
¡LA PATRIA Y TODOS LOS
MEXICANOS, SIN EXCEPCIÓN, LOS PREMIAREMOS, Y SI NO, SE LO ESTAREMOS DEMANDANDO…
PERMANENTEMENTE !
Han transcurrido
46 años de la trágica noche en que tropas al mando del General CRISTOFÓRO MASON
PINEDA llevaron a cabo, por orden presidencial, la matanza del dos de octubre ,
y como es patente, ¡NO SE OLVIDA!
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