10/06/2014

LOS CAMBIOS EN NUESTRO IDIOMA.


Joaquín Ortega Arenas.

“El modo personal de gobernar”, que en forma tan inteligente festinaba  don Daniel Cossio Villegas,  ha determinado una extraña “evolución” en nuestro idioma. El asesinato de los enemigos del régimen en tiempos de Don Porfirio, simplemente obedecían a dos tipos de órdenes: “Mátenlos en caliente” y Mátenlos, después viriguan”.  Llegó la Revolución, y con  ella el Plan e Guadalupe de Venustiano Carranza,  y conforme se iba acercando a la Capital de la República, fueron apareciendo sinónimos para la marcha de las tropas constitucionalistas y violar, asesinar, llevar adelante la leva, se redujo a “avanzar”;  “robar, despojar  a las personas de sus bienes, se redujo a “carrancear”. Hoy, los términos han variado otra vez.  Secuestrar, asesinar,  se ha  convertido en un simple “desaparecer”. Se acabaron loa hechos sangrientos a cargo de las “fuerzas del Orden”. Ya solo existen las desapariciones.
Se han “cometido” miles de  desapariciones que coinciden, casualmente, con otras miles de tumbas clandestinas por donde quiera, que ya a nadie causan sorpresa.
Nos encontramos en uno de los peores momentos de de ese novísimo sistema de depuración política.  En la ciudad de Iguala, “desaparecieron”  cuarenta y tres estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa,  cercana a esa ciudad y, viene a nuestra memoria una leyenda “guerrerense”  que tal parece ha reaparecido.
En ese Estado hubo, hace ya muchos años,  una serie de gobernadores, verdaderos señores de horca y cuchillo,  que construyeron en a Ciudad de Chilpancingo un elegante hotel, hoy desaparecido que se llamaba “Posada Meléndez”, al que llevaban a sus distinguidos amigos e invitados y, la siempre cruel vox pópuli,  comentaba que para sus enemigos  también tenían un lugar especial  la  “Poza Meléndez”,  una oquedad “sin fondo”  cercana a la Ciudad de Taxco,  que los habitantes de ese rumbo llamaban “Pedro Hitz”, vaya usted a saber  por que, y existía el rumor de que  la familia Meléndez, unos ricos comerciantes de Taxco, usaban este pozo para depositar allí a sus enemigos para exterminarlos. Simplemente los “empujaban” y listo.
¿Será posible que a estas alturas , con gobiernos democráticos , de “manos limpias”  se haya reiniciado esa mala costumbre?
No lo sabemos y ni siquiera  podemos imaginar que a cincuenta y cuatro estudiantes  normalistas,  inquietos como no solo son, sino como deben ser por naturaleza  los adolescentes;  que no cometieron  delito alguno, porque para que se determine la existencia de esa violación,  nuestra Sacrosanta, inviolada e inviolable  Constitución Política,  otorga “derechos humanos inviolables” en su artículo primero;  garantía de audiencia y estricta aplicación de la ley en sus artículos 14 y 16 , y garantías procesales en el artículo 19.
Desgraciadamente, hechos como éste que comentamos,  ocurridos unos cuantos días después  del asesinato, (que la muerte violenta que se causa a las personas no es otra cosa)  de más de veinte personas en la localidad mexiquense de San Pedro Limón, Municipio de Tlatlaya, a manos castrenses,   descubierta y  festinada por la Prensa Extranjera, acreditada con testimonios y fotografías verdaderamente desgarradoras, como la de una jovencita que fue acribillada cuado estaba tiraba boca abajo por la espalda, no solo nos ponen a meditar, sino nos llenan de pavor.
Por la justicia y la razón, por necesidad vital para que hechos como estos que hemos relatado no vuelvan a ocurrir, ES NECESARIO QUE SE HAGA JUSTICIA, pronta, expedita e imparcial, sobre todo imparcial ¡ya!
Si los procuradores de justicia  Y JUECES correspondienteS  cumplen con los maNdatos constitucionales, NI LO DUDEN,
 ¡LA PATRIA Y TODOS LOS MEXICANOS, SIN EXCEPCIÓN, LOS PREMIAREMOS, Y SI NO, SE LO ESTAREMOS DEMANDANDO… PERMANENTEMENTE !
Han transcurrido 46 años de la trágica noche en que tropas al mando del General CRISTOFÓRO MASON PINEDA llevaron a cabo, por orden presidencial, la matanza del dos de octubre , y como es patente, ¡NO SE OLVIDA!


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