3/16/2015

IV.- EL PERMANENTE TERCER ESTALLIDO DE ODIO.


Joaquín Ortega Arenas,

 
La muerte de Francisco Villa, ejecutada por un pelotón al mando de Jesús Salas Barraza, tuvo su origen en un asunto totalmente ajeno a la Robolufia.
El Tratado de Bucareli, firmado por Álvaro Obregón el 13 de agosto de 1923, como condición para que el Gobierno Norteamericano lo “reconociera”, debe contener en las cláusulas secretas del mismo, el asunto relativo a Francisco Villa, que no será posible conocer sino hasta el trece de agosto de dos mil veintitrés.
En un mal  aventurado 13 de agosto de 1923, se firmaron  los “tratados de Bucareli”.
En 1920, el gobierno del general Álvaro Obregón aún no había sido reconocido por el de los Estados Unidos. Las relaciones entre México y los Estados Unidos no eran cordiales porque el país vecino exigía la derogación de los artículos de la Constitución de 1917, entre ellos el 27, que lesionaban los intereses económicos de sus connacionales.
Para Obregón, el reconocimiento a nivel diplomático de su gobierno por el país del norte era un asunto prioritario,  porque así evitaba la constante amenaza de un conflicto armado con dicho país y le restaba fuerza a sus enemigos internos, quienes buscaban el apoyo de los norteamericanos. 
Aunque a México le era indispensable el reconocimiento del vecino país del norte, aún era de suma importancia la influencia nacionalista de Carranza, seguida durante su gobierno, que pretendía romper toda dependencia económica con el extranjero. 
Obregón, menos radical que Carranza , dada la situación del país, consideraba que eran necesarias las inversiones extranjeras para reconstruir la economía del país, cuidando de que éstas no afectaran la soberanía de México.
Por su parte, Estados Unidos condicionaba el reconocimiento a México, al establecimiento de un tratado entre los dos países, en el cual México garantizaría los derechos de propiedad de los estadounidenses radicados en nuestro país. 
En 1921, Obregón recibió, de parte del Departamento de estado norteamericano, un proyecto de tratado "de amistad y comercio", cuya propuesta se refería a los derechos que los ciudadanos de un país tenía cuando vivía en la otra nación. 
En otras palabras, el gobierno estadounidense se pronunciaba en contra de la nacionalización de los bienes de sus ciudadanos, contra la aplicación retroactiva del decreto del 6 de enero de 1915, instrumentado por Carranza en el cual se reconocía la propiedad comunal por medio de la restitución y dotación de tierras a los grupos indígenas y particularmente, en contra de la Constitución de 1917.
Obregón reiteró su deseo de respetar los derechos adquiridos por los estadounidenses pero no aceptó el proyecto porque habían temas que sólo el poder judicial podía resolver. 
La situación de México era tan difícil que en realidad los que podían establecer condicionantes para luego dar el reconocimiento al gobierno de Obregón, eran los norteamericanos
Tres fueron las condiciones que exigieron al gobierno mexicano: a. Especificar en el contenido del art. 27 constitucional la situación legal en la que quedarían la industria petrolera y las propiedades agrícolas de los extranjeros; b. reanudar el pago de la deuda externa, suspendida durante el gobierno de Carranza; c. pagar las compensaciones a los extranjeros, que por daños a sus personas o propiedades hayan sufrido durante la lucha revolucionaria.
Obregón mostró flexibilidad ante los planteamientos norteamericanos y decidió no aplicar el art. 27 contra los derechos de propiedad de los estadounidenses en México. 

La Suprema Corte de Justicia dictó 5 fallos consecutivos,  en los que determinaron que el art. 27, ¡no sería retroactivo en la parte correspondiente a la industria petrolera!

Con relación a la reanudación del pago de la deuda externa, Obregón intentó obtener fondos mediante los impuestos del petróleo, los cuales habían subido poco tiempo antes pero las empresas petroleras se opusieron a tal aumento, deteniendo la producción y obligando así al gobierno, a derogar dicho impuesto.
Obregón estimó que debía negociar la deuda externa con Estados Unidos, resultado de ello fue la aceptación de nuestro país de pagar, entre capital e intereses la cantidad de 1451, 737 587 pesos.
México contrajo esa obligación, por cierto muy elevada, a cambio de que Estados Unidos reconociera al gobierno mexicano.
De hecho, este reconocimiento no se dio sino hasta 1923, cuando el presidente de los Estados Unidos consideró dos aspectos de la situación mexicana: Álvaro Obregón se había mantenido en el gobierno aún sin el reconocimiento estadounidense y la imagen que estaba dando el gobierno norteamericano ante la comunidad internacional por no reconocer al gobierno de Obregón. 
Bajo esta perspectiva, los políticos estadounidenses buscaron la posibilidad de entablar nuevas conversaciones para zanjar los problemas que aún tenía con México. 
Estas pláticas tuvieron por sede a la ciudad de México y se llevaron a cabo en un edificio del gobierno federal ubicado en las calles de Bucareli No. 85.
Las negociaciones se iniciaron el 15 de mayo de 1923 y terminaron el 13 de agosto del mismo año 

En el Tratado de Bucareli se llegó a los siguientes acuerdos:
Las propiedades agrícolas expropiadas a estadounidenses se pagarían con bonos, si no eran mayores a 1755 hectáreas.
Las propiedades que rebasaran dicha extensión, el pago sería de inmediato y al contado. 
Se integraría una comisión que se encargaría de revisar las reclamaciones pendientes a partir de 1868; las reclamaciones originadas por la Revolución se resolverían aparte. 
Con relación al petróleo, el art. 27 no era retroactivo para los norteamericanos que habían adquiridos sus concesiones antes de 1917, lo que les permitía seguir explotando libremente el hidrocarburo.

Los Tratados de Bucareli carecieron de una verdadera validez porque no estuvieron sujetos a la aprobación de los congresos de los dos países firmantes, quedando en un "acuerdo de caballeros", que comprometía únicamente a Obregón pero no a su sucesores y que finalmente, el gobierno de México fue reconocido por el gobierno de Estados Unidos,  formalidad que fue olvidada y ¡ya!

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