Joaquín Ortega Arenas
La ciudad fue
fundada por los mexicas en el centro del Valle
de México, con el nombre de México-Tenoxtitlan, el 13 de agosto
año 1325, en el centro del Lago de Texcoco, cuando en el Valle
que la alberga, que llamamos Valle de México, se habían asentado ya diversas
etnias, la primera de ellas, “Azcapotzalca”, desde el Siglo II. Existen
dudas acerca de que la fundación de Tlatelolco,
(lugar
pedregoso) fue anterior a Tenoxtitlan.
Las etnias, vivían en paz,
hasta la llegada de los “Mexica”, pueblo de gente
fuerte y ágil, acostumbrado a la construcción de presas y represas, las
que en su peregrinar vinieron verificando, lo que resultó en un retraso de su
llegada al Gran Valle de Anáhuac y quedar relegados a dos islotes dentro
de la gran laguna, (Tenoxtitla y
Tlatelolco).
Se vio obligada la
Etnia, a llevar una alimentación a base de vegetales, (nopal),
pescado y “Ahuautle” (hueva de
un insecto rica en proteínas), que los convirtió en belicosos e iniciaron su
camino hacia la dominación de los demás pueblos, formando una “alianza” con
Texcoco y Tlacopan, que derrotó a Azcapotzalco, con la que poco a
poco, fueron dominando a las demás etnias, y sometiéndolas a una
verdadera esclavitud. Basta con consultar la “Matricula de
Tributos”, para apreciar esa situación que generó el odio de las demás
etnias, odio que estalló con la llegada de los conquistadores españoles, que
aprovecharon esa situación, y con la ayuda de
Tlaxcaltecas, Xochimlcas, Huejotzincas y las demás etnias,
lograron consolidar su
permanencia en este, hoy País, por TRESCIENTOS AÑOS.
La Ciudad cayó en
manos de Hernán Cortes, paradójicamente, un 13 de agosto de 1521 y. fue
totalmente destruida y sus sesenta mil habitantes, según relata Bernal Díaz del
Castillo, “asesinados con lanza y espada”.
Con las piedras resultantes de la destrucción se edificó la
Ciudad Colonial, que solo duró poco menos de cien años. Una inundación ocurrida
en el Siglo XVII arrasó con todas las construcciones y costó la vida a treinta
mil “indios”. Se construyeron templos y
palacios suntuarios que determinaron que en tiempos del Segundo Conde de
Revillagigedo, (Virrey del 16
de octubre de 1789 al 11 de julio de 1794) se conoció a la Ciudad como Ciudad de los
Palacios…En tiempos del efímero imperio de Maximiliano, se construyó el Paseo
de la Emperatriz, después Paseo de la Reforma
que con su belleza rivalizaba a los Famosos “Campos Eliseos” de
París. Los treinta y tantos años del “porfiriato” fueron testigos de la
construcción de más y más palacios hasta que, llegó la “revolución” que ha
venido destruyendo todo sin construir nada.
El paseo de la Reforma está convertido en un “Wall Street” cualquiera y las
“nuevas formas de gobernar” exigen…más y más impuestos. Se inventó el “uso del
suelo” dizque para controlar el crecimiento anárquico de la ciudad, y el tal uso, se ha
convertido en el más brillante negocio de nuestros gobernantes y, así han desaparecido de nuestra antes
bella ciudad miles de joyas arquitectónicas, para dar lugar a “edificios en condominio”.
Coyoacán, la hermosa “Villa de los jardines escondidos”, como la llamara Jorge
Ibargüengotia, es hoy la Villa de los Condominios escondidos.
Hay en la Ciudad más
de medio millón de baches: cientos de obras empezadas e inconclusas. Las
banquetas, son un gran negocio sexenal. Cada gobierno que llega, las cambia,
haga falta o no. Las “nuevas” de “concreto
hidráulico” se rompen…porque no llevan
varilla y la mezcla es de seis a uno, en
el primer chubasco se empiezan a convertir en arena y las raíces de los árboles las destrozan, Nuestros pasos a desnivel, se inundan con la primera lluvia fuerte; los flamantes “viaductos”, están convertidos en estacionamientos “gratuitos
para los automovilistas.
Como si fuera
poco, lo peor, Nuestra “...Plaza de la Constitución...” el altar de la Patria, sede de los poderes materiales y espirituales…..está convertida en
mercado de baratilla.
Estacionamiento
de políticos en el poder; balneario, pista de patinaje en hielo y hoy, si hoy, en
Parque de baseball. Ni siquiera nuestra
Bandera está a salvo, ¡estorba!
y … no puedo continuar con esta reseña de
desastre, ¡ me he puesto a llorar!
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