6/10/2007
México, Ciudad de la Esperanza.- Primera Parte
Joaquín Ortega Arenas.
Nada mas falso y mas hueco que el título que desde hace años se le ha dado a esta, antes la Ciudad de los Palacios o como dijera don Alfonso Reyes, la Región mas transparente del aire.
Desde su fundación en el año de 1325, en medio de un lago salado al que los primitivos mexica robaron centímetro a centímetro para agrandar los tres islotes que se encontraban en medio del lago, construyendo ese milagro de la ingeniería de todos los tiempos que son las “chinampas”, como es natural si algo se construye ptacticamente sobre un lago ha padecido de inundación tras inundación.
La Ciudad que construyeron, que hoy recordamos como México.Tenochtitán, creció en solo dos siglos hasta convertirse en una urbe de quinientos mil habitantes, bien trazada con calles y canales perfectamente construidos que permitían la circulación de sus habitantes, grandes plazas en las que la Plaza Mayor era la mayor construida en ese momento en todo el mundo. Avenidas sólidas y bien trazadas que, con el deterioro natural de todo lo que tocamos los mexicanos, subsisten a la fecha, tales como las llamadas entonces Nonoalco-Coyoacán, Ixtapalapa-México y Mixcalco- Azcapotzalco.
Acosada por las aguas que año con año llegaban por las lluvias o bien bajaban de las serranías que bordean el Valle de México, sufrió a finales del Siglo XIV, una terrible inundación, provocada según cuenta la leyenda porque Atzayácatl el Supremo Señor de los Mexica, robó a su vecino Totzumo, Señor de Coyoacán, las aguas de sus fuentes para garantizar el aprovisionamiento aguas dulces de la gran ciudad, y construyó un gran acueducto, con la mala suerte de que fue en una época especialmente lluviosa y las aguas robadas a Totzumo, sumadas a las de las lluvias provocaron una tremenda inundación a causa de la cual murió Atzayacatl y se destruyó gran parte de la ciudad.
Con infinita paciencia reconstruyeron su ciudad y con una ingeniería no igualada hasta la fecha, investigaron que en el lecho del lago existían grandes cavernas en las que se podían guardar las aguas excedentes, para lo cual idearon y construyeron una entrada que taparon y abrían solo cuando era necesario para regular las aguas del gran lago salado y evitar las inundaciones como la que acababa de destruir su ciudad, entrada o tapón que se sabe de cierto, estaba ubicada en el hoy barrio de Pantitlán.
Vino la bestial conquista española y acabó con la Ciudad. Oswald Spengler, ha dejado como homenaje a ella, una crónica en la que indica “…Esta cultura es el único ejemplo de una muerte violenta…Murió asesinada en la plenitud de su evolución , destrozada como una flor que un transeunte decapita con su bastón. Don Domingo Francisco de San Antón Muñón Chimalpain Cuautlehuantizi, brillante cronista de esa época nacido en de Chalco, dejó como testamento de ella, “…En cuanto tiempo dure el mundo, nunca se perderá la gloria de México-Tenochtitlan…”
Consumada la destrucción de la Ciudad en 1521, las nuevas autoridades no volvieron a ocuparse del urbanismo de la nueva ciudad. Se conformaron con construirla “a retícula”, y edificar en ella templos y palacios suntuarios, producto de las ganancias ilimitadas que los conquistadores obtenían sobre todo de la explotación de las mimas a todo lo largo y ancho de la ya Colonia que llamaron Nueva España.
Empero, las precipitaciones pluviales sin control alguno, siguieron causando constantes inundaciones, resultando especialmente severa la que se inició en el año de 1595, ya que las aguas que inundaron a la gran metrópoli y a gran parte del Valle de México, salieron de él hasta ya muy entrado el Siglo XVII, no sin que las autoridades solicitaran permiso para cambiar la capital de la Nueva España al cercano Pueblo de Coyoacán. De Pantitlán, ni quién se acordara y si se acordaron, ebrios con el oro y enceguecidos con la soberbia que les impidió hacer nada., Como era posible que los “indios” como ellos llamaban a los mexica y demás habitantes de la nueva colonia, que no profesaban la religión católica y por ello no tenían ni siquiera el carácter de humanos, pudieran ser superiores en sus conocimientos de astronomía, ingeniería hidráulica y tantas cosas mas que ellos que era profundamente católicos.
Centraron el problema, en buscar como sacar las aguas excedentes del Valle, sin guardar una sola gota y en la segunda vez que Luis de Velasco fue Virrey, se iniciaron grandes obras para desalojar el agua del Valle. Construyeron canales y derivaciones para llevar las aguas broncas al Río Cuautitán, y por esa vía al Río Tula que a su vez es tributario del Río Moctezuma y este del Río Pánuco que vierte sus aguas al Golfo de México. De esa época datan el Canal de Tequixquiac y el “Tajo de Nochistongo” para cuya construcción rompieron la capa lítica que servía de freno a las aguas que llegaban con las lluvias, causando un daño irreparable a la ecología del Valle.
No escapó la Ciudad de una de las peores inundaciones, ocurrida el año de 1629 que destruyó lo poco que quedaba de la Ciudad y causo cientos de muertes.
Se intensificaron las obras para drenar las aguas de la cuenca hidráulica natural que denominamos Valle de México, y si embargo, las inundaciones persistieron.
En la esquina suroeste de las antiguas calles de Espíritu Santo y San Francisco , hoy Motolinia y Av.. Madero se conserva hasta la fecha , como a un metro noventa centímetros del suelo y empotrada en el muro, una cabeza de león que se fijó para rememorar hasta donde llegaron las aguas en el año de 1765. La placa alusiva, no faltaba mas, a ciencia y paciencia del Instituto Nacional de Antropología e Historia encargado de su guarda y custodia, ya ha sido robada.
Continuaremos:
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