10/08/2012

REMINISCENCIAS.



Joaquín Ortega Arenas

Allá,  principios del mes de octubre en el aparentemente lejano año de 1927, con las ambiciones políticas desbordadas por quienes querían suceder en la Presidencia de la República, al tristemente célebre sonorense Plutarco Elías Campuzano, convertido por voluntad propia en Plutarco Elías Calles, con acontecimientos ocurridos durante su gobierno, como la modificación de la Constitución  mexicana para dar paso a la reelección, indudablemente del General Álvaro Obregón, todavía existían soñadores con la legalidad en la política mexicana,  que se atrevieron a desafiar a lo que creían era la voluntad del “Jefe Máximo de la Revolución”:  Los generales Arnulfo R. Gómez , Francisco R. Serrano.
 ¡Qué equivocados estaban el supuesto reelecto Álvaro Obregón y sus dos opositores! Ninguno de los tres tenía posibilidades de llegar. Es casi indudable que su destino estaba señalado,  paralelo e igual.  Iba a ser una muerte violenta, donde fuera y como fuera. 
Serrano fue uno de los primeros en manifestar su inconformidad por la vuelta de la reelección y la postulación de Obregón. El día 2 de octubre de 1927 viajó a Cuernavaca a festejar el día de su onomástico, en compañía de sus amigos y partidarios  Carlos A. Vidal, Miguel A. Peralta, Daniel Peralta, Rafael Martínez de Escobar, Otilio González, Carlos V. Araiza, Alonso Capetillo, Augusto Peña, Antonio Jáuregui, Ernesto Noriega Méndez, Octavio Almada, José Villa Arce y Enrique Monteverde,  donde fue detenido por órdenes del Gobernador del Estado, en cumplimiento a las que había recibido del Presidente Calles, y al día siguiente, 3 de octubre “traído” a la Ciudad de México por el General Claudio Fox, al frente de un regimiento de artillería con 300 soldados armados con rifles Thompson ” pero antes de llegar  al Poblado de Huitzilac, fueron obligados a bajar de los autos para ser asesinados aparentemente por orden de Álvaro Obregón, quien y sospechando una asonada, hizo una purga sangrienta de los rangos militares y mató a quien en otra hora fuera su entrañable compañero de armas. Los cadáveres fueron conducidos a la Escuela Médico Militar, a donde fue Obregón con objeto de cerciorarse de la muerte. Un testigo ocular relató que el cadáver estaba boca abajo y, Obregón con la punta del pie lo volteó y exclamó “Mira nomás compadre, como te dejaron”. Afirman otros testigos que el Presidente Calles, giró una orden al General Fox, en la que le decía:
“Sírvase mandar inmediatamente a Cuernavaca acompañado de una escolta de 50 hombres del Primer Regimiento de Artillería, para recibir del general Enrique Díaz González, Jefe del 57º batallón, a los rebeldes Francisco R. Serrano y Personas que lo acompañan,  quiénes deberán ser pasados por las armas sobre el propio camino a esta Capital por el delito de rebelión contra el Gobierno Constitucional de la República, en la inteligencia de que deberá rendir el parte respectivo tan pronto como se haya cumplido la presente orden directamente al suscrito  Presidente de la República, P. Elías Calles.”
La revolución, “generosa siempre ha pagado y pagará por los “favores que recibe.” La familia del general Fox, vivía en una mansión de más de mil metros cuadrados en la Colonia Cuauhtémoc, y su pequeña hija recibió hasta el año de 1942 en que la Directora de Asistencia Social de la Secretaría de Salubridad, Señorita Francisca Acosta se la suspendió, una jugosa “beca de estudios” de más de diez mil pesos mensuales.
El General  Abundio Gómez, también candidato  designado el 23 de Junio de 1927 por el Partido Nacional Antirreeleccionista, agrupación surgida como respuesta a la reforma constitucional del 21 de octubre de 1925, que permite la reelección del presidente de la República por una sola vez, enfermo, fue detenido el 4 d noviembre en las montañas entre Teocelo e Ixhuacan, conducido a Coatepec, sometido a juicio y fusilado en el panteón de esa Ciudad, atado de pies y brazos al paredón de la ejecución, con los ojos vendados. Su cadáver fue sepultado en la Ciudad de México el día 6 por el Partido Nacional  Antirreeleccionista.

El candidato, triunfador en las elecciones de julio de 1928 sin oponentes,  Álvaro Obregón Salido, hijo de Francisco Obregón, campesino y Cenobia Salido,  hija del multimillonario José María Salido, fue asesinado de más de veinte balazos, en el Restaurante “La Bombilla” en San Ángel, mientras la orquesta Típica del Maestro Alfonso Esparza Oteo  interpretaba a petición del asesinado, su composición  “Limoncito”.    El propio Maestro Esparza Oteo relató cómo apreció el asesinato al que eso escribe, relato que hasta donde la memoria lo permite, repetiré.
Estaba tocando la Orquesta el vals “Morir por tu amor” del Maestro Belisario de Jesús García, que tocaba con nosotros como primer violín, cuando se acercó el ayudante del General y me indicó que quería escuchar “Limoncito”.  Paré la ejecución de “Morir por tu Amor”, cosa que disgustó terriblemente a Don Belisario, que se incorporó y dejo de tocar para buscar la caja de su violín.  Llevábamos unos cuantos acordes, apenas empezaba el segundo verso, cuando se desató una balacera - Interrumpí el relato para aclarar al maestro que el asesino solo había disparado tres o  cuatro veces, y me dijo - Mire amigo, yo estuve en la revolución y se distinguir entre unos pocos balazos y una balacera. Esto fue una balacera y, me tiré al suelo. Por cierto, Don Belisario también se tiró al suelo y en cuanto terminó la balacera salió del restaurante cargando la caja vacía de su violín. El violín se perdió y se lo tuvimos que reponer…”
La versión oficial de un solo asesino, condenado a muerte y fusilado, quedó sin sustento cuando llegó el informe rendido por los médicos legistas que practicaron la autopsia al cadáver del General en  Culiacán.  ¡Si fueron muchas balas de diferentes calibres! Pero a estas alturas es inútil tratar de averiguar… y además, ya no serviría de nada.
Hoy no sirve de nada saber si fue un peso o miles de millones de pesos los empleados en estas elecciones. A los mexicanos no nos importa.

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