Joaquín Ortega Arenas.
Para
mi queridísimo hermano Enrique, que en paz descanse,
excelentísimo aficionado a los toros.
El Gobernador del Estado de Coahuila, tal vez
buscando popularidad, ha enviado a su Congreso un Decreto prohibiendo la
“Fiesta Brava”, en la cuna del más famoso de los toreros que han existido en el
mundo, Fermín Espinoza, “Armillita Chico” y ese hecho ha coincidido con una pregunta
que un amable lector de estos espacios me ha enviado desde Barcelona, Ciudad que
padece del mismo ataque anti taurófilo,
y vamos a tratar de hacerlo.
Mi
opinión, no tiene nada de científica, sino que es producto de la simple
observación de todos los elementos que la componen y la han convertido en un
espectáculo que forma parte ya de la vida de España, Portugal, el Sur de
Francia y varios países latinoamericanos como Perú en dónde se encuentra la
segunda Plaza de Toros que de construyó para ese efecto, la Plaza de Acho. La primera es
la de Ronda, en España; Ecuador,
Colombia, Venezuela en el Como Sur y México, a donde fue traída por Hernán
Cortés, al igual que el “ganado Bravo” en el Norte. El elemento básico, desde luego es el toro. El
“toro de lidia”, el “toro bravo”, no es un bovino común, es otro tipo de raza,
que se caracteriza por ser indomesticable e indomable, como lo es por ejemplo
el Tigre de Bengala; la morfología del toro de lidia es también diferente; está dotado de dos astas hacia delante,
grandes y filosas, especiales para la ofensa y la defensa; un cuello
especialmente musculoso, al igual que sus cuartos traseros; una imagen única, en especial, como dicen los taurinos, “enmorrillado, con pezuña pequeña y largo rabo”,
siempre dispuesto a agredir y contestar cualquier agresión,
características conocidas como “bravura”.
Se ha tratado de considerarlo descendiente del “Uro”, o producto de cruzas y cambios genéticos,
teoría que, no obstante el parecido físico con ese animal desaparecido hace
miles de años, no compartimos. En
Francia se ha conservado un territorio ocupado desde épocas inmemoriales por
“toros bravos”, “la Camarga ” ubicado
en las cercanías de Montpellier. Creemos que es un tipo de bovino que existió
en Creta y nos avala la leyenda de Hércules y el Toro de Creta; en el noroeste
de España y en el Sur de Francia. En pinturas
existentes en cuevas de Valencia
y Cáceres, se encuentra un toro, conviviendo
en armonía con el hombre; en las de
Altamira y Lescaux, en eterno combate. En la primera, aparece una pierna
humana apresada por cuerno de toro, y en la segunda el primer testimonio
gráfico de muerte de un hombre por un toro.
Sentada la existencia de la materia prima que ha originado la fiesta de toros, nos resta tratar de
encontrar la causa y el efecto de su existencia. Tal vez, y es una idea que me
surgió viajando de Talavera de la
Reina a Ávila por las antiguas carreteras franquistas.
De
repente me encontré frente a un vallecillo,
en el que a primera vista parecía que en medio de un gran pastizal, se
encontraban varios toros de una sola pieza pétrea y tamaño descomunal,
similares que los que existen en la plaza de Ávila. El espectáculo en si, es
hermosísimo. Estoy hablando del Valle de
Guisando. Tal vez, pensé, la fiesta de toros actual deriva en principio de la
lucha entre el hombre y la bestia, por el espacio vital. El toro, desde hacia
cientos o miles de años dominaba ese lugar para satisfacer sus necesidades y…de
pronto apareció el hombre en busca de terrenos propicios para asentarse y practicar la agricultura. La
guerra no se hizo esperar. El toro a defender su supervivencia y el hombre a
arrebatarle su coto de vida. La lucha
debe haber durado quizá siglos en los que cada parte obtuvo victorias y
derrotas. El hombre defendiéndose y ofendiendo con lanzas de madera. El toro
con su cornamenta y su poder. Cuando el triunfo correspondía al hombre, aquel
que había matado al enemigo y proporcionado alimentos para muchos días, era
considerado por el grupo humano al que correspondía como un héroe. Si fallecía
en el intento, como un mártir.
En
las cercanías de Soria, si no mal recuerdo, existen ruinas prehistóricas de
corraletas de piedra con doce lugares, y hará unos 40 años, se descubrieron en
una cueva cercana, pinturas
rupestres en las que un grupo de
hombres armados con grandes lanzas
arriaban, por decirlo así, a doce toros con las características del toro
bravo.
Quién sabe cuánto tiempo haya trascurrido en esa situación. Un buen día llegaron a España los árabes
dotados de una cultura superior. Encontraron en el espectáculo un atractivo
acorde con su arrojo y valentía e iniciaron la lucha a bordo de sus espléndidos
caballos con ayudantes a pie que dotados de mantas para llamar la atención del
animal, les proporcionaban la forma de
“alancear” a los toros bravos.
La costumbre se fortaleció
durante el tiempo de la reconquista y un poema anónimo, adoptado como ejemplo
de la sintaxis castellana nos otorga un
valioso testimonio de eso, dice así:
“…Sobre
un caballo alazano
Cubierto
de galas y oro,
Un
caballero cristiano,
Demanda
licencia ufano,
Para
alancear a un toro….”
Concluida la reconquista, ya en tiempos de los Reyes Católicos continuó
la tradición de siglos de lidiar toros bravos. Los ganaderos españoles celosos de conservarla, se esmeraron no sólo en conservar la raza de toros bravos, sino
enriquecerla con cruzas constantes para mejorar las condiciones de lidia de
todas las que pudieron rescatar, anticipándose al Sabio Monje Austriaco
Gregorio Mendel en el estudio de la
herencia y la genética. A diferencia de las épocas árabes la lidia pasó a ser a pie, con ayuda de
jinetes cuya labor es restar poder al toro
para emparejar un poco la tremenda diferencia entre hombre y bestia. Se anunciaban “corridas de doce toros” que,
poco a poco fueron transformándose en medias corridas, seis toros. El lidiador, como en los más remotos tiempos
de la lucha entre hombre y toro, era y es considerado un Héroe; se le viste de
seda y oro; a sus ayudantes o peones de
“pasamanería” al igual que a los jinetes que “pican” al toro.
Como es natural, la lidia ha evolucionado sin que por ello haya perdido
su sentido original de la lucha por la subsistencia y la supervivencia de hace quien sabe cuántos cientos o hasta
miles de años. Las pinturas rupestres de las Cuevas del norte de España y el
Sur de Francia, se estiman de una antigüedad de veinticinco mil años y en ellas
encontramos los primeros testimonios plásticos de una cogida de toro y de la
muerte de un torero.
No, mis queridos coahuilenses y
amable lector de Barcelona. Una tradición, una historia que tiene muchos miles
de años no puede ser borrada por un Decreto gubernamental. Nada tiene menos
crueldad que la forma en que se mata a los toros en los rastros de todo el
mundo; de la que se utiliza para que los gansos tengan un hígado de un kilo; de
la que deriva de encerrar a una gallina en una jaula en la que apenas cabe para aprovechar sus huevos; que la forma en
que se matan los borregos cortándoles el cuello cuando están colgados vivos con
la cabeza hacia abajo para aprovechar su sangre; en Norteamérica asesinaron
millones de búfalos para aprovechar las pieles y matar el hambre y a los
indígenas; día a día de matan centenares de elefantes parar aprovechar el
marfil de sus colmillos; las ballenas, los delfines, las focas son asesinadas
con toda frialdad en todas partes; la cacería, es un deporte que permite y ha
permitido que una gran cantidad de especies animales hoy se encuentre en
extinción, o ya se han extinguido y es “legal”; los estadios se llenan de
fanáticos para ver una pelea de box, de la que, mi hijo Rafael en una crónica
en un Diario deportivo resumió señalando
que, “dos retrasados mentales se acortan la vida a
puñetazos” y, eso no es crueldad, es
“cultura”; en México, ya no existe garantía para el derecho a la vida, fue
borrada en tiempos de Fox; sin embargo, que mayor crueldad que la que ponen en
práctica casi todos los gobiernos del
mundo para tratar a los presos en sus cárceles…..y los mexicanos para acallar
las protestas públicas….
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