Joaquín Ortega Arenas,
Nos
parece indispensable que todos los mexicanos conozcamos la labor que en favor
de nuestra historia realizó el benemérito fraile Bernardino de Sahagún, al recopilar en el “Códice Matritense de la Real Academia” lo que sus informantes
indígenas le contaron acerca de la procedencia de los Mexicas, base de nuestra
cultura actual.
“…Los
mexicas, según la tradición, vinieron hacia acá los últimos, desde la tierra de
los chichimecas, desde las grandes llanuras... Cuánto tiempo anduvieron en las
llanuras, ya nadie lo sabe... Los mexicas comenzaron a venir acá.”
Fray
Diego Durán en su “Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra
Firme” cita el mítico lugar de origen de los Mexicas, Aztlan, tras describir la
partida de los otros grupos que salieron de un lugar próximo, Chicomoztoc: “Los
que salieron de aquellas cuevas fueron los seis géneros de gentes; conviene á
saber: los Xuchimilcas, los Chalcas, los Tepanecas, los Culhuas y los Tlahuicas
y Tlaxcaltecas, aunque de saber que no todos juntos ni todos en un año, sino
unos primero y otros después, y así sucesivamente iban dejando aquel sitio y
lugar de las cuevas. (...)
Pasados trescientos y dos años que las seis
compañías de gente auian salido de aquellas cuevas donde vivian, en la tierra
de Aztlan y Teoculuacan, aportó á esta tierra la sétima compañía, ques la
nacion Mexicana (...)
” El
mito de la peregrinación Mexica deja claro que su lugar de origen fue Aztlan,
donde malvivían siendo tributarios de algún otro pueblo, que algunos han
identificado como los Toltecas.
El
problema radica en el desconocimiento del lugar exacto donde se hallaba Aztlan.
La realidad demuestra que aunque se han propuesta una larga lista de lugares
posibles, ninguno contiene restos arqueológicos que puedan dar una mínima
credibilidad a la propuesta. Hay quien incluso simplemente se limita a decir
que es un lugar mítico, que nunca existió en realidad.
De
hecho, ni los propios Mexicas una vez ya asentados en la Cuenca de México y
fundada Mexico-Tenochtitlan alcanzaban a recordar el lugar desde donde
partieron.
Fue el
Huey Tlahtoani Motecuhzoma Ilhuilcamina, quien más o menos en el año 1450 de
nuestra era, intrigado por el lugar de origen de su pueblo, quiso enviar una
expedición para conocerlo y comprobar si la madre de su dios patrono
Huitzilopochtli todavía vivía en aquel lugar.
Y
aunque Motecuhzoma Ilhuilcamina tenía la intención de enviar una pequeña
expedición militar al lugar, aconsejado por Tlacaelel, finalmente envió
únicamente una expedición de hechiceros y brujos.
Pero antes de hacerlo, llamó a su historiador
real y le preguntó qué sabía de ese lugar.
El historiador le contestó según cuenta Diego
Durán: “poderoso Señor: lo que yo, tu indigno siervo, sé de lo que me
preguntas, es que nuestros padres moraron en aquel felice y dichoso lugar que
llamaron Aztlan, que quiere decir blancura: en este lugar ay un gran cerro, en
medio del agua, que llamaban Culhuacan, porque tiene la punta algo retuerta
hacia abaxo, y á esta causa se llama Culhuacan, que quiere decir, “cerro
tuerto”.
En este cerro auia unas bocas ó cuevas y
concauidades donde auitaron nuestros padres y aguelos por muchos años (...)”
Lo
cierto es que los miembros de esa expedición no fueron capaces de llegar a
aquel lugar del cual ya nadie recordaba dónde se localizaba. Aunque al parecer
los hechiceros y brujos mediante la ingesta de productos alucinógenos
consiguieron llegar a Aztlan.
No fue por tanto un viaje físico sino mental.
Un siglo después de la fundación de Mexico-Tenochtitlan, ya ni siquiera los
propios Mexicas podían recordar la localización del lugar desde donde salieron
en su mítica peregrinación.
¿Dónde
estaba situada por tanto la mítica ciudad de Aztlan? ¿Tiene la arqueología hoy
en día alguna forma de ubicar el lugar de origen de los Mexicas?.
Aztlan ha sido situada en los estados
mexicanos de Nayarit o Guanajuato, en el norte de Florida, en Nuevo México, en
Utah o en Washington. Y por supuesto hay quien cree que únicamente se trata de
un lugar mítico e imaginado…”. (copia de los originales).
Estudios
recientes, señalan que posiblemente, haya sido en el Estado de Guanajuato, en el
"El Cerro de Culiacán" y
ha sido identificado por los estudiosos como el “Teocolhuacan-Chicomoztoc”
de las crónicas antiguas. Este enorme Cerro, un verdadero “mirador del Bajío”,
está ubicado en las inmediaciones de tres municipios, Cortázar, Salvatierra y
Jaral del Progreso. Como su nombre antiguo lo indica, en Chicomoztoc “lugar de siete cuevas” se encuentran siete cuevas principales de
las más de 200 que tiene el cerro, desde
nichos, abrigos rocosos y grutas de considerable profundidad. Estas están
definidas por ser las siete cuevas más importantes y grandes del cerro, las
cuales en todos los casos presentan evidencia de que el hombre las utilizó y
conoció.
Las
historias conocidas de las “migraciones” verificadas en el
Siglo XII de la “Era Cristiana”,
(parámetro indispensable, por no haber otro, de la antigüedad de las cosas y el
trascurso del tiempo).
El
grupo azteca o mexica fue el que mayor desarrollo había alcanzado hasta inicios
del siglo XVI. Los aztecas no eran autóctonos del centro de México. Antes de
establecerse definitivamente en Mexico-Tenochtitlan pasaron un par de siglos
buscando lugar apropiado. Eso no sucedió en tiempos remotos, sino en un lapso
comprendido entre los siglos XII y XIV. Procedían de la periferia de
Mesoamérica, de un lugar llamado Aztlán. Siguieron un itinerario,
estableciéndose temporalmente en diversos puntos de su recorrido.
Aztlán
era una isla situada en una laguna, en la que vivían los aztecas o mexicas: los
atlacachichimecas, como se llamaban entonces. Eran tributarios de los
Aztlánecos, señores de la tierra. Para subsistir y pagar sus tributos pescaban,
cazaban y recolectaban especies vegetales y animales del lago. Pero también
eran agricultores. Sembraban en "camellones " que construían en la
isla. Cuando no soportaron ya mas las cargas tributarias que los otros les
imponían, decidieron abandonar Aztlán e ir en busca de otra tierra que, según
los aztecas mismos, les había sido prometida.
Nunca
se ha podido saber dónde estuvo situado tal lugar, cuya identificación no solo
tendría interés geográfico, sino que, como veremos, localizado en el tiempo y
en el espacio, resulta una de las claves principales para la reconstrucción
completa de la ruta. Así sabríamos muchos pormenores de los hechos históricos
acontecidos durante la migración y tendríamos una idea más certera en torno a
los orígenes y la cultura que portaron aquellos mexicas que tanta importancia
tuvieron en el mundo mesoamericano.
Sobre
la localización de Aztlán se han desarrollado muchas y diferentes conjeturas, a
través de las distintas etapas del desarrollo histórico de México. Ideas que
han sido determinadas por diversos intereses y particulares circunstancias que
no vamos aquí a considerar, ya que eso es motivo de trabajo bien distinto. Solo
dejaremos constancia de que, para unos, Aztlán debería encontrarse en las
llanuras que en el norte de México eran recorridas entonces por los nómadas;
mas o menos en cercanía con Mesoamérica o tan lejos como el territorio de Nuevo
México o los territorios californianos. Algunos otros se inclinaron a pensar
que Aztlán podría ser localizado hacia el noreste de Mesoamérica, en la región
huasteca. Otros pensaron en una localización occidental, hacia la costa de
Nayarit.
Relacionado
con la localización de este lugar en alguna de esas zonas, se presenta el
problema del status cultural que los mexicas tuvieron durante la época en que
eran migrantes, ya que, si procedían de provincias norteñas, fuera del área
mesoamericana, debieron ser entonces chichimecas, es decir, nómadas cazadores y
recolectores, con cultura similar a la de los grupos que habitaron el norte y
noroeste de México y el suroeste de los Estados Unidos; o si Aztlán estuvo
dentro del territorio de los sedentarios, y en ese caso serían un grupo con
cultura mesoamericana.
Según unas fuentes, por ejemplo los Anales de Tlatelolco y los códices Telleriano Remensis y Vaticano A o Vaticano-Ríos, los mexicas eran nómadas y así aparecen en sus paginas. Vestían pieles, usaban el arco y la flecha y se dedicaban a la caza para su subsistencia. Si estas fuentes tienen razón, bueno seria recordar su lejana procedencia.
Según unas fuentes, por ejemplo los Anales de Tlatelolco y los códices Telleriano Remensis y Vaticano A o Vaticano-Ríos, los mexicas eran nómadas y así aparecen en sus paginas. Vestían pieles, usaban el arco y la flecha y se dedicaban a la caza para su subsistencia. Si estas fuentes tienen razón, bueno seria recordar su lejana procedencia.
Según
otras fuentes, como, por ejemplo, todas las que están enlazadas por nexos
historiográficos comunes: el Códice Ramírez, la obra de fray Diego Duran, la de
Tezozómoc, la de Acosta, esta ultima en lo que se refiere a México, los mexicas
eran, como podríamos decir hoy día, verdaderos mesoamericanos, es decir, desde
su origen, un grupo completamente aculturado. En tal caso, Aztlán no podría
localizarse muy al norte, sino más cercanamente al centro del país. No solo la
localización del lugar de partida es un problema no resuelto, sino también lo
es la reconstrucción geográfica de la primera parte de la migración, pues
existen muchas dificultades para identificar los lugares por donde pasaron los
mexicas, entre Aztlán y Tula, debido a diversas circunstancias relacionadas con
la información recogida por las fuentes históricas que se ocupan de este
evento. Nos referimos a dos de esas circunstancias, que desde la época
prehispánica se han reflejado significativamente en el desconocimiento de esta
parte de la migración y en las dificultades para una correcta apreciación.
La
primera, que es la más directa, esta contenida en una tradición que, al
respecto, el dominico Diego Duran recogiera en el siglo XVI. Dice el cronista
que en la época en que Motecuhzoma llhuicamina gobernaba a los mexicas en
Tenochtitlan y estos se encontraban gozando de cierto esplendor material, quiso
hacer participe de este bienestar a los descendientes de sus antepasados que
habían quedado en la patria original. Entonces mandó llamar a sus sabios, a sus
tlamatinime, para que reconstruyeran la ruta por donde habían venido los
ancestros, a fin de trasladarse por ella hacia Aztlán, llevando
"presentes" a sus lejanos parientes. Los tlamatinime obedecieron la
orden y fueron paso a paso y lugar por lugar, siguiendo la ruta hasta Tula. Más
adelante solo pudieron llegar a otros dos lugares del recorrido. Sin embargo,
como el conocimiento del pasado en el México prehispánico, basado en una
acendrada conciencia histórica, era motivo de prestigio para el grupo y principalmente
para los dirigentes, se decidió seguir con la reconstrucción de la ruta, aunque
por medio de artes mágicas. Para ello se convirtieron en nahuales o hechiceros
y, volando, llegaron hasta la patria original, en donde encontraron a
Coatlicue, la madre de Huitzilopochtli, y a varios de sus sacerdotes. Con ellos
se entrevistaron, les informaron de cómo vivían los mexicas de
Mexico-Tenochtitlan y les entregaron los regalos.
Esto
significa que los mismos mexicas, los que recogieron y transmitieron el registro
histórico de la peregrinación, no sabían ya en el siglo XV la situación de
Aztlán y el recorrido efectuado por sus antepasados del siglo XII, hasta que
llegaron a las cercanías de Tula. De esta manera se cierne la duda sobre la
verosimilitud de la información que fue trasmitida a la posteridad sobre esta
parte de la ruta, pues es obvio que procede de una posterior reconstrucción.
Hay otro hecho que también puede despertar
alguna duda sobre las informaciones de los cronistas. Tuvo lugar cuando terminó
la guerra de los mexicas contra los tepanecas: aquéllos quemaron la biblioteca
de Azcapotzalco por órdenes de Itzcóatl. Allí se guardaban los códices que
registraban la historia del centro de México, y los mexicas aparecían en ellos
como un pueblo sin fama ni gloria. Para evitar que esa historia fuese conocida
por el pueblo, fue destruida y se confeccionó otra, que, según los mexicas, era
la verdadera. Es probable que en la historia destruida estuviera encerrada la
tradición exacta de la migración.
Los problemas aquí señalados y otros asimismo relacionados con este tema, si bien han dificultado el conocimiento de esta etapa de la historia azteca, su elucidación si ha sido suficientemente interesante. Mediante ella se ha reconstruido la ruta con base en los registros posteriores; pero, aun más, se han podido aclarar otras muchas de sus particularidades, considerando y analizando otras informaciones que antes se tenían solo como complementarias.
Los problemas aquí señalados y otros asimismo relacionados con este tema, si bien han dificultado el conocimiento de esta etapa de la historia azteca, su elucidación si ha sido suficientemente interesante. Mediante ella se ha reconstruido la ruta con base en los registros posteriores; pero, aun más, se han podido aclarar otras muchas de sus particularidades, considerando y analizando otras informaciones que antes se tenían solo como complementarias.
Así,
en la actualidad, conocemos la peregrinación no sólo como un relato escueto de
lugares recorridos y su respectiva cronología, sino que se ha podido hacer la
identificación de lugares que faltaban, se han establecido plausibles hipótesis
sobre la localización de otros, especialmente Aztlán, se pueden discernir
varios acontecimientos históricos de esa época, antes inasequibles y míticos, y
se ha realizado la descripción de los rasgos y patrones que conformaban la
cultura que entonces tenían los aztecas, así como su identificación como
mesoamérica.
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