1/22/2017

LAS AFINIDADES ELECTIVAS,


Joaquín Ortega Arenas


Hace muchos, pero muchos años, cuando cursaba el segundo año de Secundaria en una excelente escuela, la Secundaria Número Cuatro, en la Colonia de Santa
 María, (las calles de San Cosme esquina con las calles de Ciprés), cuyo director era el Maestro Oaxaqueño, (de Sola de Vega), Don José Calvo Saucedo,  que una vez jubilado fungió como embajador de México en la UNESCO.
Debo confesar era yo un alumno conflictivo y latoso, (en una ocasión, logré en el Laboratorio de Química, aislar “Bromo-acetona” (gas lacrimoso)  y se hizo necesario suspender las clases a las nueve y media de la mañana, porque no supe como controlarla y se difundió por toda la Escuela, a pesar de lo cual, me manifestó no solo cariño, sino amistad, y me regaló un libro maravilloso, “Las afinidades electivas” de Johan Wolfang von Goethe en el  que del autor, señala la biografía,
“…. Goethe pone en tela de juicio los fundamentos del matrimonio. Cuatro personas que pasan una temporada aisladas en una mansión rural se sienten atraídas de manera tal que amenazan las relaciones establecidas y esperadas. La fuerza de esta atracción es imperativa y misteriosa, igual que los poderes naturales - de donde Goethe toma prestado el título - que empujan a ciertos minerales a unirse y a otros a separarse. Las reflexiones en torno a la moral, el dominio de sí y la alienación enfermiza causada por la dificultad de enfrentar las propias pasiones hacen de Las afinidades electivas una obra de gran actualidad….”

El libro me dejó una honda huella que me ha convertido en crítico inexorable y hasta molesto.  Cuando veo el trato que en mi propia familia dan los padres a sus hijos, “…uno es el preferido..”. ¿Por qué? Quién sabe, pero así es y causa en los demás miembros que no son objeto de las mismas atenciones una natural molestia. Me meto en lo que creen que no me importa, y como dicen los chamacos de hoy “me va como en feria”.
Yo mismo he caído en ese horrible vicio involuntariamente, y no he podido evitarlo. Mi queridísima esposa,  mujer de amplio criterio, inteligencia y prudencia, en vano trató de que en mi familia no existieran “Afinidades selectivas”. Lo “endulzó mucho” pero no pudo erradicarlo.
Creo que, es tan corta la percepción natural de nuestros cerebros, que lo hacemos automáticamente, sin pensar el daño tan grave que les hacemos que, en muchas casos deviene en vicios irreversibles y fracasos sin remedio en sus vidas.
El propósito de este breve ensayo, no es otro de invitar a todos, incluyéndome,  para  erradicarlo.
He presenciado casos en los que por ”consentir” a alguno de los hijos, los demás desviaron sus vidas, abandonaron los estudios y  hacían creer a sus padres que  estudiaban, pero se pasaban la vida sentados en un jardín público mirando la naturaleza, o metidos en una cantina  “para olvidar” la pena que esa “ Afinidad selectiva”. de sus propios padres les causaba y,  “ les provocaba”.
Cierto, hay también muchos casos en que quién tiene esa “Afinidad”  la difunde en perjuicio del grupo familiar.
Hijos que detestan a sus padres y Padres que , increíble, pero cierto, detestan a sus hijos y lo demuestran cotidianamente con tremendas golpizas y  castigos. Maridos que maltratan a sus esposas, como si fueran animales….
¡No importa! Lo que trato es de motivar a todos, para que lean esa maravilla escrita por Goehte, y mediten.  Existen muchas ediciones que se pueden adquirir en cualquier librería.
Goehte, escribió entre sus múltiples obras, “LAS CARTAS DEL JOVEN WERTHER. una colección de epístolas escritas por, un joven artista de temperamento sensible y apasionado”,  que se suicida “por amor”, y en ese libro, a mi manera de ver, hizo un maravilloso manejo de las “Afinidades Electivas” que culminaron,  con el suicidio de Werther, y miles de suicidios más después de la misma lectura, por lo que se llamó entonces al suicidio, “…el mal de Werther…”


EL CONSEJO, CREO QUE ES BUENO Y ¡NO SE VAN A ARREPENTIR! 

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