Joaquín Ortega Arenas.
Blog Spot 2 de enero de 2017.
En verdad, es solo una frase sin contenido real,
porque, a pesar de todo lo que se diga o piense, seguimos siendo verdaderos
esclavos de un “sistema”, el que sea,
“Democracia Dirigida y Explotadora ¡Como la sufrimos los mexicanos! Capitalismo, socialismo o cualquiera otro sistema de gobierno , que por mera costumbre y falta de
oportunidades nos impide hacer nada nuevo.
Las
opiniones que hemos consultado, nos relatan una serie de las dificultades que
nos impiden cambiar de vida, de las que te relatamos la siguientes:
“..Será porque… ¿seguimos haciendo lo mismo que el
año anterior?
Será porque… ¿seguimos pensando igual?
Será porque… ¿nos rendimos a los 3 días o a la
semana y volvemos a nuestra rutina habitual?
Será porque… ¿nos ponemos demasiados objetivos a la
vez y nos agobiamos…?
Sea por lo que sea, el caso es que esta famosa frase
acaba quedándose en eso, una frase sin sentido, ya que la preceden
“Las fiestas navideñas”, en los que una sociedad “consumista”
a secas, nos lleva a despilfarrar hasta
lo que no tenemos, pedir prestado, comprar a plazos que sabemos que no podremos
pagar, acudir al “benemérito” Monte de Piedad, atenidos con toda fe, “A ver
que Dios dice”, y después nos encontramos sufriendo en lo que irónicamente llamamos ¡La cuesta de enero!
Casi todos los mexicanos hemos caído en la tentación
de acudir al “Monte” y, perder el objeto empeñado, por lo que estimo que esta
es una oportunidad para relatarles su historia.
“…Es muy común escuchar acerca
del Monte de Piedad como de un sitio al que se puede acudir para obtener
dinero dejando en prenda algún objeto. Es también muy común que la gente acuda
a él con la esperanza de salir de apuros económicos. Allí se empeñan joyas,
libros, muebles, obras de arte y además se ofrecen aquellas piezas que ya no se
rescataron y pueden ser adquiridas por quienes se interesen en ellas. Sin
embargo, muy poco se sabe de cómo surgió el Nacional Monte de Piedad,
institución que tiene una historia de muchos años. A continuación veremos
algunos de los rasgos más representativos de su historia, una historia que se
remonta a la Europa renacentista y en España adquiere una fisonomía propia
que es la que se heredará a la Nueva España.
Para empezar
En Europa, los capitales
estaban en la Edad Media en manos de judíos, que practicaban la usura y
acostumbraban a cobrar intereses cercanos al 100%, práctica que incomodaba a
quienes acudían a ellos, pues no sólo debían el préstamo sino que se veían obligados
a pagar los altísimos intereses impuestos por los usureros.
Para el siglo XV, la situación
pesaba demasiado y orilló a buscar una solución. Así, el primer Monte de
Misericordia de que se tiene conocimiento se fundó en Perugia en 1462 (la
voz Monte equivalía en italiano a banco). El ensayo tuvo gran éxito y otras ciudades
italianas siguieron su ejemplo pues quienes solicitaban dinero ya no se veían
enfrentados a pagar altos réditos. Fue en 1491, cuando en Padua se fundó el
primer Monte de Piedad, nombre tomado de su advocación a la Virgen de la
Piedad. Esta práctica de préstamo a través de esta institución se fue
popularizando en Italia y, con el tiempo, pasó a otros espacios europeos. En
Francia, en Aviñón, se fundó uno en 1577, cuando era territorio papal. Hubo
varios intentos al empezar el siglo XVII, pero se concretaron más tarde:
Montpellier, 1768; París, 1777 y Marsella, 1799. Y a diferencia de lo que
acontecía en Italia y Francia, en otros países como Inglaterra, Alemania o
Austria, el préstamo sobre prendas siguió siendo libre, de modo que no hubo
Montes de Piedad como instituciones oficiales.
Las raíces del nuestro
En España, el primer Monte fue
el de Madrid, inaugurado en 1702. Luego siguieron los de Barcelona, Salamanca,
Granada y otros.
En la Nueva España, los
orígenes del Monte de Piedad se remontan a la segunda mitad del siglo XVIII,
tiempo en que se decretaron nuevas fundaciones, como el Real Colegio de
Minería, la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, la Real Lotería, el
Colegio de las Vizcaínas, etcétera, que curiosamente han sobrevivido al paso de
los años para llegar –más o menos modificados– hasta nuestros días.
Fue el rey Carlos III de España
quien autorizó el Sacro y Real Monte de Piedad de Ánimas,
al aceptar el ofrecimiento de don Pedro Romero de Terreros, Caballero de la
orden de Calatrava y Conde de Regla, de donar trescientos mil pesos para
establecer un Monte.
Romero de Terreros había nacido
en España en 1710. Llegó a la Nueva España al dirigir los negocios de su tío
materno. Un minero de Pachuca lo invitaría a asociarse con él. Más tarde, ya
como dueño de las minas de Real del Monte de Pachuca, tuvo tanto éxito al
hallar un riquísimo yacimiento que su fortuna creció hasta convertirse en una
de las más grandes del continente. Tuvo una inclinación filantrópica que lo
llevó a abrir su bolsa para dar donativos extraordinarios a conventos,
hospicios, colegios y particulares que le pedían ayuda. Inspirado en el ejemplo
de los montepíos italianos y españoles, en 1767 solicitó la venia del rey para
la fundación de un montepío en la Nueva España. Mucho tardaron en responderle,
hasta que al fin, en Cédula Real firmada en Aranjuez, Carlos III le autorizó la
fundación del Monte de Piedad el 2 de junio de 1774.
Éste entraría en servicio el 25
de febrero de 1775 (fecha oficial de fundación) con el nombre de Sacro y Real
Monte de Piedad de Ánimas. Se ubicó en el Colegio de San Gregorio, antiguo
convento jesuita de San Pedro y San Pablo (hoy calle de San Idelfonso),
inmueble elegido por tener espacio para todo, aun para viviendas de
los empleados, además de una capilla con la advocación de la Purísima
Concepción.
Como Monte de Piedad de Ánimas
que era, la institución no sólo tenía por finalidad ayudar a los hombres de la
tierra, sino también contribuir a la salvación de sus almas. En el artículo
primero de sus estatutos hay una síntesis de sus características y objeto:
Los Montes de Piedad son unos
establecimientos en que existe un fondo o cúmulo de caudal, caritativamente
reunido y destinado para que, recurriendo a él los necesitados, experimenten el
alivio de ser socorridos en sus urgencias privadamente y sin usura, dejando en
prenda o empeño alguna alhaja de valor excedente a la cantidad que reciben; y
debiendo, cumpliendo el determinado plazo de tiempo para que se les presta,
acudir a desempeñar, o consentir se le venda, bien con la más escrupulosa
justificación, a fin de que reintegrado el mismo Monte (en cuyo caso se entrega
a los respectivos dueños el residuo que tal vez sobre) se repita.
A
los mexicanos, a secas, nos ha convertido la vida que autoridades
delincuenciales nos permiten “disfrutar, en seres como nos definió Ramón López
Velarde en su inmortal Poema “La Suave Patria”,
“Inaccesible
al deshonor, floreces;
creeré en ti, mientras una mejicana
en su tápalo lleve los dobleces
de la tienda, a las seis de la mañana,
y al estrenar su lujo, quede lleno
el país, del aroma del estreno.
Como la sota moza, Patria mía,
en piso de metal, vives al día,
de milagros, como la lotería.
creeré en ti, mientras una mejicana
en su tápalo lleve los dobleces
de la tienda, a las seis de la mañana,
y al estrenar su lujo, quede lleno
el país, del aroma del estreno.
Como la sota moza, Patria mía,
en piso de metal, vives al día,
de milagros, como la lotería.
¡Pase lo que pase!, gobierne quien gobierne, llueva
o truene…estamos, ya preparando algo con que tapar nuestra, miseria…para
llevarlo…AL MONTE DE PIEDAD.
¡ASÍ SOMOS, Y YA!
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